16/07/2018, 18:43
Akame se encogió de hombros ante el optimismo de su alumna; él mismo no era una persona dada a juicios precipitados, pero ambos tenían que admitir que el Bierbe lucía de todo menos misterioso. Aun así, el jōnin pensó que no estaría bien chafarle las ilusiones a Karma a la primera de cambio, al menos no en ese momento. Era la primera vez que veía a su alumna interesada en algo, mostrando un poco de esa personalidad que siempre mantenía oculta bajo una muralla de indiferencia y pesimismo.
En cierto modo, el comportamiento de la kunoichi reconfortó su corazón.
Así pues, el Uchiha se limitó a asentir con diligencia y sentarse a la vera del río, a unos tres o cuatro metros de Karma. Cerró los ojos y cruzó las piernas, dejando que ambos brazos reposaran sobre su regazo. Pronto el sonido del arroyo del río fue lo único que pudo escuchar; y, no nos engañemos, agradeció aquel momento de paz. Acostumbrado como estaba a vivir atribulado —como todo ninja de alto rango— por las misiones, los posibles enemigos que acechaban tras cada esquina... Y como no, el Ichibi, aquel impás fue como un soplo de aire fresco.
Sólo por eso, Akame ya podía decir que le había venido de perlas el viaje, incluso a pesar del calor infernal de Verano.
Todavía llevaba su kasa, y al poco rato de cerrar los ojos empezó a notar cómo el peso del sombrero se intesificaba sobre sus orejas, así que con un movimiento rápido se lo sacó de encima y lo dejó reposando en el suelo, junto a él. Luego, volvió a concentrarse en dejar su mente en blanco...
En cierto modo, el comportamiento de la kunoichi reconfortó su corazón.
Así pues, el Uchiha se limitó a asentir con diligencia y sentarse a la vera del río, a unos tres o cuatro metros de Karma. Cerró los ojos y cruzó las piernas, dejando que ambos brazos reposaran sobre su regazo. Pronto el sonido del arroyo del río fue lo único que pudo escuchar; y, no nos engañemos, agradeció aquel momento de paz. Acostumbrado como estaba a vivir atribulado —como todo ninja de alto rango— por las misiones, los posibles enemigos que acechaban tras cada esquina... Y como no, el Ichibi, aquel impás fue como un soplo de aire fresco.
Sólo por eso, Akame ya podía decir que le había venido de perlas el viaje, incluso a pesar del calor infernal de Verano.
Todavía llevaba su kasa, y al poco rato de cerrar los ojos empezó a notar cómo el peso del sombrero se intesificaba sobre sus orejas, así que con un movimiento rápido se lo sacó de encima y lo dejó reposando en el suelo, junto a él. Luego, volvió a concentrarse en dejar su mente en blanco...