19/07/2018, 16:19
La voz de Reika se sobrepuso, no sin dificultades, al vocerío de la discusión entre los pescadores. Sus palabras tuvieron un efecto claro y distinto en cada uno de los dos bandos que se habían formado precipitadamente; los del tal Hideo callaron de repente y se dedicaron miradas sombrías, que reflejaban miedo y desconfianza. Unos pocos que se habían situado con el herido y respaldando al pescador que había pedido ayuda a los dos ninjas, se sintieron respaldados por la Yamanaka.
—¡Se lo suplico, kunoichi-san! Esto no puede continuar, Colapescado está en la ruina y todo es culpa de esta gente —argumentó el hombre, un tipo bastante corriente, de altura media, complexión delgada y pelo rubio con ojos azules—. No nos dejan salir a pescar, y...
Hideo le interrumpió abruptamente.
—¿¡Pero has perdido el juicio!? —le recriminó—. Si se enteran de que hemos colaborado con estos ninjas, se nos va a caer el pelo. ¿Crees que ahora las cosas están mal? ¡Podrían estar muchísimo peor!
El pescador de ojos azules se revolvió.
—Peor, ¿cómo? ¿Que además de dejarnos a todos en la ruina con sus mordidas, ¡nos callen la boca a base de palizas!? —replicó, furioso.
El llamado Hideo se acercó hasta colocarse frente a frente a su compañero de pelo rubio. Hideo era algo más alto que él, de hombros anchos y rasgos similares; piel pálida, ojos claros y pelo pajizo. Los dos vestían —como el resto de sus compañeros— con parquedad y sencillez, indumentaria típica de hombres de mar.
—Como no cierres la boca tú ahora mismo, te aseguro que tu barco se quedará amarrado a puerto hasta que salga el Sol —amenazó, entrecerrando los ojos. Luego se dio media vuelta y se dirigió a todos los demás pescadores—. ¡Todos sabemos lo que hemos de hacer! Sed unos malditos hombres y dejad de quejaros. Mejores tiempos vendrán, pero tenemos que ser fuertes.
Hubo un murmullo generalizado, caras de descontento y otras que parecían dar la razón a Hideo, más por resignación o lealtad que por otra cosa. En los momentos siguientes la congregación de pescadores se fue dispersando, a excepción del que les había pedido ayuda en primer lugar, que quedó en el sitio con los hombros agachados y expresión abatida.
Una vez los demás se hubieron marchado, Akame se acercó al solitario pescador.
—Uchiha Akame, de Uzushiogakure —se presentó, dedicándole al pobre hombre una leve inclinación de cabeza—. Intuyo que el Trucho Torcido les tiene atados en corto, ¿eh?
El pescador alzó la mirada con gesto sorprendido, examinando de arriba a abajo al joven shinobi y deteniéndose, especialmente, en la placa dorada que llevaba al hombro.
—¿Cómo sabe usted...? —suspiró, resignado—. Bah, qué más da. Estos malnacidos nos esquilman cada día más. Pronto no tendremos ni para clavos con los que arreglar los desperfectos de nuestros barcos. ¡Ah, dónde están mis modales...!
»Me llamo Urashima, para servirles.
—¡Se lo suplico, kunoichi-san! Esto no puede continuar, Colapescado está en la ruina y todo es culpa de esta gente —argumentó el hombre, un tipo bastante corriente, de altura media, complexión delgada y pelo rubio con ojos azules—. No nos dejan salir a pescar, y...
Hideo le interrumpió abruptamente.
—¿¡Pero has perdido el juicio!? —le recriminó—. Si se enteran de que hemos colaborado con estos ninjas, se nos va a caer el pelo. ¿Crees que ahora las cosas están mal? ¡Podrían estar muchísimo peor!
El pescador de ojos azules se revolvió.
—Peor, ¿cómo? ¿Que además de dejarnos a todos en la ruina con sus mordidas, ¡nos callen la boca a base de palizas!? —replicó, furioso.
El llamado Hideo se acercó hasta colocarse frente a frente a su compañero de pelo rubio. Hideo era algo más alto que él, de hombros anchos y rasgos similares; piel pálida, ojos claros y pelo pajizo. Los dos vestían —como el resto de sus compañeros— con parquedad y sencillez, indumentaria típica de hombres de mar.
—Como no cierres la boca tú ahora mismo, te aseguro que tu barco se quedará amarrado a puerto hasta que salga el Sol —amenazó, entrecerrando los ojos. Luego se dio media vuelta y se dirigió a todos los demás pescadores—. ¡Todos sabemos lo que hemos de hacer! Sed unos malditos hombres y dejad de quejaros. Mejores tiempos vendrán, pero tenemos que ser fuertes.
Hubo un murmullo generalizado, caras de descontento y otras que parecían dar la razón a Hideo, más por resignación o lealtad que por otra cosa. En los momentos siguientes la congregación de pescadores se fue dispersando, a excepción del que les había pedido ayuda en primer lugar, que quedó en el sitio con los hombros agachados y expresión abatida.
Una vez los demás se hubieron marchado, Akame se acercó al solitario pescador.
—Uchiha Akame, de Uzushiogakure —se presentó, dedicándole al pobre hombre una leve inclinación de cabeza—. Intuyo que el Trucho Torcido les tiene atados en corto, ¿eh?
El pescador alzó la mirada con gesto sorprendido, examinando de arriba a abajo al joven shinobi y deteniéndose, especialmente, en la placa dorada que llevaba al hombro.
—¿Cómo sabe usted...? —suspiró, resignado—. Bah, qué más da. Estos malnacidos nos esquilman cada día más. Pronto no tendremos ni para clavos con los que arreglar los desperfectos de nuestros barcos. ¡Ah, dónde están mis modales...!
»Me llamo Urashima, para servirles.