22/07/2018, 19:33
—¿Quién... eres?
—Abre los ojos de una vez, niña —ordenó con su temible voz gutural.
Pero Karma creía que sus ojos ya estaban abiertos, que era el mundo el que se había oscurecido. ¿Y cómo era posible que hubiera recuperado la capacidad del habla? ¿No estaba... muerta? ¿Era aquello la otra vida, acaso?
Temerosa, la Iryō-Nin obedeció y trató de levantar los párpados. Una sensación muy extraña, aquella de abrir los ojos cuando uno está convencido de que ya lo están.
Esperaba ver las puertas del Yomi, pero en su lugar se encontró con una pared de roca. Estaba en una caverna. Karma albergaba la peculiar sensación de estar en algún punto del subsuelo, así que quizás no se encontraba tan lejos de la tierra de los muertos después de todo.
También notó una familiaridad que no tardó en comprender: era la misma cueva que había visitado en un sueño, durante la estancia en la residencia de los Yoshikawa. La única diferencia era que no había un oni a la vista; se aseguró de comprobarlo.
—Irrelevante, verdaderamente irrelevante.
La voz rebotó contra las paredes y resonó por toda la estancia. Karma retrocedió y pronto no pudo hacerlo más porque se topó con un obstáculo a su espalda, quedando igual que estaba en el sueño: contra la pared.
—Estoy aquí.
El demonio abandonó un punto sombrío a la derecha de la joven, permitiendo que la tenue e inexplicable luz ambiental lo hiciera visible. Caminó hasta quedar frente a ella. Era, sin lugar a dudas, el mismo oni del sueño, solo que en esta ocasión lo estaba escuchando hablar por primera vez.
—Oh, hermana, Kojima Satoshi cree que eres su hija, pero no conoce la verdad —se acarició la panza—. El día de tu "nacimiento" mataste a Kojima Yurisa y a su verdadera hija. Te bebiste la sangre de las dos y utilizaste la piel de la niña como un disfraz. ¡Se te otorgó la oportunidad de subir hasta el mundo exterior y atormentar a los vivos! ¡Izanami-sama fue muy generosa contigo!
El demonio agarró a la muchacha del cuello con su desproporcionada extremidad y la alzó. Karma tomó esos dedos huesudos y forcejeó, pero no se podría haber librado de esa presa sobrenatural aunque su potencia física fuese mayor que su pésimo nivel actual. Sus pies ya no tocaban el suelo. Se estaba asfixiando.
—¡Pero ese disfraz humano te ha turbado la mente! ¡Necesitas recordar que tu piel siempre ha sido púrpura! ¡Debes recuperar tu gusto por la sangre! Eres el "karma" que atormenta a los malvados. ¡Ni la muerte puede hacerles escapar! —su tono se iba alzando según hablaba. La visión de la kunoichi se estaba nublando—. ¡Despierta, hermana! ¡Arrastra a Kojima Satoshi hasta aquí! ¡Nos ocuparemos de él por ti hasta que vuelvas!
Un impulso primario llevó a Karma a alzar la mano derecha. Sintió la tierra recién cavada ceder según esta se abría paso hasta la superficie. Ya no estaba en la cueva, bajo las garras del oni, a punto de asfixiarse. Estaba de vuelta en la tumba, pero no era un cadáver. Se encontraba con vida y se sentía más poderosa que nunca.
Como un muerto viviente, como una aparición, Karma se incorporó y la oscuridad de la tierra dio paso a la luz y la brisa del exterior. Se levantó y se quitó de encima los residuos restantes del hoyo. Fue así que se percató de que su piel era púpura. Le pareció extraño, pero por otro lado le resultó agradable, como si hubiera recuperado una parte de sí misma.
Y cuando posó su mirada sobre el horizonte...
—Abre los ojos de una vez, niña —ordenó con su temible voz gutural.
Pero Karma creía que sus ojos ya estaban abiertos, que era el mundo el que se había oscurecido. ¿Y cómo era posible que hubiera recuperado la capacidad del habla? ¿No estaba... muerta? ¿Era aquello la otra vida, acaso?
Temerosa, la Iryō-Nin obedeció y trató de levantar los párpados. Una sensación muy extraña, aquella de abrir los ojos cuando uno está convencido de que ya lo están.
Esperaba ver las puertas del Yomi, pero en su lugar se encontró con una pared de roca. Estaba en una caverna. Karma albergaba la peculiar sensación de estar en algún punto del subsuelo, así que quizás no se encontraba tan lejos de la tierra de los muertos después de todo.
También notó una familiaridad que no tardó en comprender: era la misma cueva que había visitado en un sueño, durante la estancia en la residencia de los Yoshikawa. La única diferencia era que no había un oni a la vista; se aseguró de comprobarlo.
—Irrelevante, verdaderamente irrelevante.
La voz rebotó contra las paredes y resonó por toda la estancia. Karma retrocedió y pronto no pudo hacerlo más porque se topó con un obstáculo a su espalda, quedando igual que estaba en el sueño: contra la pared.
—Estoy aquí.
El demonio abandonó un punto sombrío a la derecha de la joven, permitiendo que la tenue e inexplicable luz ambiental lo hiciera visible. Caminó hasta quedar frente a ella. Era, sin lugar a dudas, el mismo oni del sueño, solo que en esta ocasión lo estaba escuchando hablar por primera vez.
—Oh, hermana, Kojima Satoshi cree que eres su hija, pero no conoce la verdad —se acarició la panza—. El día de tu "nacimiento" mataste a Kojima Yurisa y a su verdadera hija. Te bebiste la sangre de las dos y utilizaste la piel de la niña como un disfraz. ¡Se te otorgó la oportunidad de subir hasta el mundo exterior y atormentar a los vivos! ¡Izanami-sama fue muy generosa contigo!
El demonio agarró a la muchacha del cuello con su desproporcionada extremidad y la alzó. Karma tomó esos dedos huesudos y forcejeó, pero no se podría haber librado de esa presa sobrenatural aunque su potencia física fuese mayor que su pésimo nivel actual. Sus pies ya no tocaban el suelo. Se estaba asfixiando.
—¡Pero ese disfraz humano te ha turbado la mente! ¡Necesitas recordar que tu piel siempre ha sido púrpura! ¡Debes recuperar tu gusto por la sangre! Eres el "karma" que atormenta a los malvados. ¡Ni la muerte puede hacerles escapar! —su tono se iba alzando según hablaba. La visión de la kunoichi se estaba nublando—. ¡Despierta, hermana! ¡Arrastra a Kojima Satoshi hasta aquí! ¡Nos ocuparemos de él por ti hasta que vuelvas!
Un impulso primario llevó a Karma a alzar la mano derecha. Sintió la tierra recién cavada ceder según esta se abría paso hasta la superficie. Ya no estaba en la cueva, bajo las garras del oni, a punto de asfixiarse. Estaba de vuelta en la tumba, pero no era un cadáver. Se encontraba con vida y se sentía más poderosa que nunca.
Como un muerto viviente, como una aparición, Karma se incorporó y la oscuridad de la tierra dio paso a la luz y la brisa del exterior. Se levantó y se quitó de encima los residuos restantes del hoyo. Fue así que se percató de que su piel era púpura. Le pareció extraño, pero por otro lado le resultó agradable, como si hubiera recuperado una parte de sí misma.
Y cuando posó su mirada sobre el horizonte...