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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#12
La ilusión no se desvaneció de inmediato, como había ocurrido con la situación anterior. En su lugar, el hombre que las retenía sonrió de manera escalofriante.

Y Ayame supo lo que estaba a punto de ocurrir antes de que lo hiciera.

—¡N...!

La sierra se deslizó sobre la pierna de la muchacha como si fuera de mantequilla. Ella abrió la boca para chillar, pero el aullido de dolor jamás laceró los tímpanos de Ayame. Y no fue mucho mejor. Porque todo se había congelado a su alrededor. El tiempo, el movimiento, el sonido. Todo se detuvo de repente. Incluso ella misma, que ahora era completamente incapaz de mover un solo músculo. Todo excepto la sangre, y Ayame se estaba viendo condenada a contemplar aquel fluido carmesí fluyendo por una pierna a medio desmembrar en su trayectoria hacia el suelo, formando un charco que no tardó más de unos pocos segundos en extenderse a su alrededor, acercándose a ella cada vez más.

«No... no me toques...» Suplicó para sí, con lágrimas en los ojos.

Pero todo fue inútil. La sangre, viscosa y cálida, llegó hasta sus rodillas, y entonces todo a su alrededor se desvaneció y volvió a la sala blanca. Pero había una diferencia con la vez anterior, y es que el suelo estaba inundado de sangre... proveniente de las palabras que seguían escritas en la pared.

—Es sangre de verdad... No era mi imaginación... —balbuceó, con un terrible estremecimiento.

Y aquello no era todo. Ella misma seguía vestida con las ropas de prisionera, y sus manos estaban manchadas de aquel fluido.

Ayame jadeó, contemplándose las palmas de las manos. Manchadas. Contaminadas con sangre ajena. Con sangre de un compañero de aldea al que no había podido proteger. Con un grito de ansiedad acumulada, intentó limpiárselas en las ropas que llevaba. Pero nada podía hacer desaparecer las manchas que ya habían penetrado en su piel, nada haría desaparecer aquel olor metálico que inundaba su nariz... ni aquel profundo sentimiento de culpa.

Sintió arcadas. Y mentalmente acarició durante un instante la tentadora idea de rendirse y volver al mundo real, seguro, lejos de visiones horripilantes y situaciones que escaparan de su control. Pero entonces recordó por qué estaba allí.

«Si... si no soy capaz de soportar estas cosas... ¿cómo puedo aspirar a Chūnin? ¿Cómo puedo llamarme kunoichi siquiera?» Se dijo, tratando de calmar los alocados latidos de su corazón y respiró hondo varias veces. «Vamos... has soportado cosas peores con los Genjutsu de papá...» Se animó, aunque ni siquiera estaba ya convencida de aquella afirmación.

Fuera como fuera, se apoyó en el respaldo de la silla con las manos y volvió a suspirar.

—Lo... lo que dije... es cierto... —comenzó a hablar, respondiendo a la pregunta formulada—. Nadie en la aldea sabe la identidad del Jinchūriki... Sólo el Kage y sus personas más cercanas...

«Aunque yo sí, claro.» Completó su mente, pero aquello era algo que no podía decir. Ni siquiera en aquella situación.

—Y aunque... aunque lo supiera... desvelarlo sería un delito de alta traición... hacia la aldea... —jadeó, y justo después recitó casi de carrerilla, como si se lo hubiera aprendido de un manual de bolsillo—: Los Jinchūriki son los guardianes que mantienen al mal sellado, por eso debemos respetarlos y protegerlos. Esa es... la máxima prioridad.

Y entonces sintió un extraño y fugaz escozor entre los omóplatos.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.


Mensajes en este tema
RE: [Examen de Chunin] Segunda prueba: Aotsuki Ayame - por Aotsuki Ayame - 27/07/2018, 00:56


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