1/08/2018, 12:19
Con una tostada entre manos untada en mantequilla y mermelada, que literalmente podría considerarse mas grande que la propia niña, continuaba el desayuno. La madre, por igual, desayunaba fuerte. La vida en el campo no es sencilla, y mucho menos fácil, por ello hay que desayunar bien fuerte. La rubia agradeció la invitación a la mesa, y se terminó acoplando en la misma. Con todos los comensales en la mesa, el cenobita inquirió que eran los encargados de encontrar a la chica desaparecida con una amplia sonrisa entre dientes.
—Pero... los fantasmas no quieren... no quieren que vuelva... —respondió casi a escondidas tras su rebanada de pan.
La madre soltó un suspiro, pesado y profundo. Terminó incluso dejando en la mesa su propia tostada, tomó aire y volvió su mirada hacia su hija —pero por dios, hija ¿cuántas veces te lo voy a tener que decir? —revolvió levemente la cabellera de la pequeña, en un gesto cariñoso —los fantasmas no existen, son solo tonterías que dicen los adultos cuando no entienden las cosas.
»Lo siento chicos, pero está convencida de que hay fantasmas en el pueblo vecino por tantas habladurías de la gente. Los vecinos dicen que el pueblo está embrujado, y ella... se deja llevar por lo que dicen, como todos —aclaró la mujer al par de shinobis, en pos de que comprendiesen un poco mejor la situación.
Reika intentó afianzar algo la confianza con la pequeña, que a regañadientes y con bocados minúsculos apenas avanzaba en su desayuno. Le lanzó la pregunta de cómo se llamaba, a lo cuál la chica se tomó su tiempo para contestar, analizaba con una tímida dancita de lado a lado a la rubia; al menos eso era lo que parecía.
—Me llamo Anzu.
Karamaru aprovechó para continuar el interrogatorio, en ésta ocasión preguntando por si habían sentido u oído cosas raras por la noche, si habían oído peleas o cualquier cosa. La mujer esbozó una mueca de no saber nada, y hasta alzó ambas manos acompañando el gesto.
—No, todo anda normal. Aunque si es cierto que cada vez los vecinos dicen más tonterías del pueblo vecino... llegará el punto en que nadie lo visite por éste tipo de tonterías. Con lo bonito que es.
—Pero... los fantasmas no quieren... no quieren que vuelva... —respondió casi a escondidas tras su rebanada de pan.
La madre soltó un suspiro, pesado y profundo. Terminó incluso dejando en la mesa su propia tostada, tomó aire y volvió su mirada hacia su hija —pero por dios, hija ¿cuántas veces te lo voy a tener que decir? —revolvió levemente la cabellera de la pequeña, en un gesto cariñoso —los fantasmas no existen, son solo tonterías que dicen los adultos cuando no entienden las cosas.
»Lo siento chicos, pero está convencida de que hay fantasmas en el pueblo vecino por tantas habladurías de la gente. Los vecinos dicen que el pueblo está embrujado, y ella... se deja llevar por lo que dicen, como todos —aclaró la mujer al par de shinobis, en pos de que comprendiesen un poco mejor la situación.
Reika intentó afianzar algo la confianza con la pequeña, que a regañadientes y con bocados minúsculos apenas avanzaba en su desayuno. Le lanzó la pregunta de cómo se llamaba, a lo cuál la chica se tomó su tiempo para contestar, analizaba con una tímida dancita de lado a lado a la rubia; al menos eso era lo que parecía.
—Me llamo Anzu.
Karamaru aprovechó para continuar el interrogatorio, en ésta ocasión preguntando por si habían sentido u oído cosas raras por la noche, si habían oído peleas o cualquier cosa. La mujer esbozó una mueca de no saber nada, y hasta alzó ambas manos acompañando el gesto.
—No, todo anda normal. Aunque si es cierto que cada vez los vecinos dicen más tonterías del pueblo vecino... llegará el punto en que nadie lo visite por éste tipo de tonterías. Con lo bonito que es.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~