4/08/2018, 11:46
De pronto, en el transcurso de un parpadeo, la realidad se había desmoronado y reconstruido a su alrededor de nuevo. Fue como salir a la superficie después de haber estado buceando durante unos minutos, y la reacción fue similar: Daruu tomó una bocanada de aire, o quizás lo que hizo fue intentar reprimir un grito ahogado. Sintió que se caía, pero se topó con el suelo. Intentó levantarse, pero el tintineo metálico de una cadena de acero le retuvo y volvió a hacerle caer de culo. Se golpeó con un poste de madera en la cabeza, y aunque todavía estaba dentro de un Genjutsu, el dolor le pareció muy real. Intentó mover las manos: en vano también, puesto que tenía puestas unas esposas. No le hizo falta tratar de desatarse con el chakra para saber que no iba a poder, ya que él tenía unas como aquellas y sabía cómo se las gastaban, las muy hijas de puta.
Daruu sonrió nerviosamente, enseñando los dientes, y se dijo a sus propios pensamientos: "muy bien, cabrona, dame lo que tengas preparado para mí ahora". Miró a su alrededor. Estaba en lo que parecía ser una tienda. Fuera, podía escuchar la estridulación de los grillos, y a través de la fina linea que dejaba entrever la lona de la tienda en su entrada no entraba la luz del sol, sino un apacible tinte blanco; era de noche.
Pero antes de que pudiera pensar en algo para salir de aquél contratiempo, alguien arrolló la lona cargando con alguien más. Era un hombre rubio con ojos verdes, con cara de duro; el tipo transmitía la carisma propia de los líderes. El pobre diablo al que arrojaron al lado suyo era alguien con quien Daruu, estaba seguro, quizás por el propio efecto de la ilusión, había compartido algún espacio cerca o dentro de la Academia. Era un alumno de la Academia. Eso debía ser, sí.
—Te pongo en antecedentes, éste dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a un tullido. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que un tullido y es un doble tullido. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad al tullido, digo, al genin. Perdón, me he adelantado.
Dos hombres rapados entraron en la tienda y agarraron al chico y el líder se dirigió a un lugar con un gran y diverso número de armas. Levantó una sierra dentada.
—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería —se acercó al chico inmovilizado que miraba con pavor la sierra—. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.
Daruu entrecerró los ojos peligrosamente y apretó la mandíbula hasta casi hacerse sangre en las encías. Odiaba la tortura. Siempre la había detestado. Si por el fuera, exterminaría a todos y cada uno de los hijos de puta que se dedicaban a extraer información de aquella manera tan sucia. Pensaba que para trabajar de algo así a uno le tenía que gustar, tenía que disfrutar con ello.
—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabará saliendo por partes de aquí.
¿Y ahora iban a hacerle presenciar algo así en directo?
No había nada más que detestara en el mundo...
...que la basura putrefacta que se relame con el sufrimiento de otros.
—¡¡PARA!! ¡NO LE TOQUES! ¡NO LE TOQUES!
»...yo soy el jinchuuriki de la villa. —Abatido, dejó que su barbilla descansara cerca de su pecho, y cesó de intentar mantener la cabeza erguida.
Daruu sonrió nerviosamente, enseñando los dientes, y se dijo a sus propios pensamientos: "muy bien, cabrona, dame lo que tengas preparado para mí ahora". Miró a su alrededor. Estaba en lo que parecía ser una tienda. Fuera, podía escuchar la estridulación de los grillos, y a través de la fina linea que dejaba entrever la lona de la tienda en su entrada no entraba la luz del sol, sino un apacible tinte blanco; era de noche.
Pero antes de que pudiera pensar en algo para salir de aquél contratiempo, alguien arrolló la lona cargando con alguien más. Era un hombre rubio con ojos verdes, con cara de duro; el tipo transmitía la carisma propia de los líderes. El pobre diablo al que arrojaron al lado suyo era alguien con quien Daruu, estaba seguro, quizás por el propio efecto de la ilusión, había compartido algún espacio cerca o dentro de la Academia. Era un alumno de la Academia. Eso debía ser, sí.
—Te pongo en antecedentes, éste dice que no sabe nada, así que le vamos a cortar una pierna. Total, son todo beneficios, nos aseguramos de que de verdad no sepa nada y ni te imaginas lo fácil que se vigila a un tullido. Y si sigue sin contestarnos, pues tiraremos a por la otra. Porque solo hay una cosa más fácil de vigilar que un tullido y es un doble tullido. Ahora que sois dos igual podéis echarle un pensamiento. Chicos, agarrad al tullido, digo, al genin. Perdón, me he adelantado.
Dos hombres rapados entraron en la tienda y agarraron al chico y el líder se dirigió a un lugar con un gran y diverso número de armas. Levantó una sierra dentada.
—Nunca entendí por qué demonios teníamos esta monstruosidad aquí. Es tan... aparatosa que no sirve para el combate. Supongo que va perfecta para hacer una carnicería —se acercó al chico inmovilizado que miraba con pavor la sierra—. Me han dicho que los Chunin hacen un juramento o alguna mierda así sobre proteger a sus inferiores. Yo voy a lanzar una pregunta al aire, si obtengo una respuesta, saldré de aquí tan contento y sin quitarle ninguna pierna a nadie.
Daruu entrecerró los ojos peligrosamente y apretó la mandíbula hasta casi hacerse sangre en las encías. Odiaba la tortura. Siempre la había detestado. Si por el fuera, exterminaría a todos y cada uno de los hijos de puta que se dedicaban a extraer información de aquella manera tan sucia. Pensaba que para trabajar de algo así a uno le tenía que gustar, tenía que disfrutar con ello.
—¿Quien es el jinchuriki de vuestra villa? Un nombre y un apellido y nadie acabará saliendo por partes de aquí.
¿Y ahora iban a hacerle presenciar algo así en directo?
No había nada más que detestara en el mundo...
...que la basura putrefacta que se relame con el sufrimiento de otros.
—¡¡PARA!! ¡NO LE TOQUES! ¡NO LE TOQUES!
»...yo soy el jinchuuriki de la villa. —Abatido, dejó que su barbilla descansara cerca de su pecho, y cesó de intentar mantener la cabeza erguida.