7/08/2018, 02:08
Gritó.
Gritó improperios, insultos, amenazas. Llamó a aquél hijoputa con todos los obscenos sustantivos que había aprendido a lo largo de su corta pero intensa vida de ninja. Aquella persona era una rata inmunda. La examinadora era otra rata inmunda.
Lejos, muy lejos de allí, en otro lugar de su mente en trance, la voz de Aotsuki Zetsuo resonaba. Resonaba con una fuerza adquirida bajo una dura y fría disciplina. Pero los gritos tapaban aquella resonancia haciéndola ser sólo un quedo murmullo.
Se sintió liberado de las cadenas en un último tirón. Por desgracia, los resortes de metal no habían cedido. No había golpeado con fuerza en la puta boca a aquél puto desgraciado.
Por desgracia, los resortes de metal no habían cedido. No había golpeado con fuerza en la puta boca a aquella puta desgraciada.
En su lugar, se vio impulsado hacia adelante y cayó de rodillas sobre la improvisada piscina de sangre, que ahora inundaba la habitación blanca de antes. Las letras de la pared, antes una pintada, ahora parecían un manantial.
Daruu apretó los dientes y mostró una sonrisa enloquecida.
No tenía justificación alguna. No la tenía. Pero aquello era un examen, y tenía que, al menos, inventarse una.
—Mi justificación es tratar de proteger a los genin. Al menos tratar de hacerlo, pese a que tu mente enferma haya decidido que ese hijo de perra le cortase la pierna igualmente.
—Vamos, dame lo siguiente. ¡No tengo todo el día!
Gritó improperios, insultos, amenazas. Llamó a aquél hijoputa con todos los obscenos sustantivos que había aprendido a lo largo de su corta pero intensa vida de ninja. Aquella persona era una rata inmunda. La examinadora era otra rata inmunda.
Lejos, muy lejos de allí, en otro lugar de su mente en trance, la voz de Aotsuki Zetsuo resonaba. Resonaba con una fuerza adquirida bajo una dura y fría disciplina. Pero los gritos tapaban aquella resonancia haciéndola ser sólo un quedo murmullo.
Se sintió liberado de las cadenas en un último tirón. Por desgracia, los resortes de metal no habían cedido. No había golpeado con fuerza en la puta boca a aquél puto desgraciado.
Por desgracia, los resortes de metal no habían cedido. No había golpeado con fuerza en la puta boca a aquella puta desgraciada.
En su lugar, se vio impulsado hacia adelante y cayó de rodillas sobre la improvisada piscina de sangre, que ahora inundaba la habitación blanca de antes. Las letras de la pared, antes una pintada, ahora parecían un manantial.
Daruu apretó los dientes y mostró una sonrisa enloquecida.
No tenía justificación alguna. No la tenía. Pero aquello era un examen, y tenía que, al menos, inventarse una.
—Mi justificación es tratar de proteger a los genin. Al menos tratar de hacerlo, pese a que tu mente enferma haya decidido que ese hijo de perra le cortase la pierna igualmente.
—Vamos, dame lo siguiente. ¡No tengo todo el día!