12/09/2015, 13:33
El hombre de ojos dorados caminaba entre dos cuerpos que debían de haber sido cadáveres. Uno de ellos tenía el vientre vendado y un brazo izquierdo articulado hecho de madera. ¿O de carne? No se sabía, era un material mezcla de una cosa y de la otra, y de ninguna en particular. El cuerpo del otro había estado recubierto de una sustancia negra muy poco recomendable de manipular. Quizás fuera lo que le había salvado la vida por unos instantes, instantes suficientes para que él pudiera sacarlo de allí y jugar con él también. Era el derecho el brazo que le había sutituído a él.
Allí estaban sus dos marionetas, perfectas, impolutas. Bueno, la del pelo blanco tenía un montón de quemaduras, pero aparte de un poco de dolor, estaría bien. Lo suficientemente bien para que él pudiera jugar con el destino.
Porque el destino era una marioneta muy difícil de manipular, y eso solo le excitaba más.
—Kishishishi... —susurró una risa escalofriante, atronadora pero silenciosa, pero que calaba hasta los huesos y no se soltaba, pero sutil, pero amenazadora...
Debían estar muertos. Su jefe se iba a molestar, pero quién era su jefe sino una marioneta más, un hilo más del destino que tejer...
...además, ¿que harían aquellos dos ahora? Los hilos del destino pueden manejarse, pero los dejaría libres un rato. ¿Qué harían, qué harían? Esa era la parte más divertida de la historia.
Cuando Yoshimitsu y Blame despertaron, en un lugar muy lejano a donde habían estado antes, no había nadie.
Allí estaban sus dos marionetas, perfectas, impolutas. Bueno, la del pelo blanco tenía un montón de quemaduras, pero aparte de un poco de dolor, estaría bien. Lo suficientemente bien para que él pudiera jugar con el destino.
Porque el destino era una marioneta muy difícil de manipular, y eso solo le excitaba más.
—Kishishishi... —susurró una risa escalofriante, atronadora pero silenciosa, pero que calaba hasta los huesos y no se soltaba, pero sutil, pero amenazadora...
Debían estar muertos. Su jefe se iba a molestar, pero quién era su jefe sino una marioneta más, un hilo más del destino que tejer...
...además, ¿que harían aquellos dos ahora? Los hilos del destino pueden manejarse, pero los dejaría libres un rato. ¿Qué harían, qué harían? Esa era la parte más divertida de la historia.
Cuando Yoshimitsu y Blame despertaron, en un lugar muy lejano a donde habían estado antes, no había nadie.
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