12/09/2015, 17:16
Lo último que los orbes del albino captaron antes de desfallecer, no fue mas que a un demonio con colas realmente cabreado. No es que fuese algo inesperado, la verdad, pues el chico le provocó con aquello a lo que más temía. Aunque cabía la posibilidad de amedrentarle, dominarlo... también estaba la posibilidad que terminó cayendo en gracia del destino.
El equino se elevó sobre los cielos, y muy por encima de cualquier humano, tomó una ingente cantidad de chakra. Nada quedó a salvo. La vida del albino pasó por delante de sus ojos en apenas unos segundos, tras de ello solo oscuridad. Oscuridad y silencio.
Todo había terminado, o eso parecía, no había escapatoria. El fin del albino estaba ya escrito. Al menos le consolaba un hecho. No iba a ser el único en morir ese día... nadie había sido capaz de huir de semejante ataque. Que alivio, al menos unas cuantas muertes le acompañaban, aunque no fuera bajo sus manos. En la oscuridad, nada se hacía efímero. El tiempo parecía pasar mas lento que la propia muerte. En la cabeza del albino solo un pensamiento...
«¿Y esto es todo? ¿Oscuridad por siempre...?»
Sin embargo, el destino es muy caprichoso.
Una bocanada de aire, intensa cual primera respiración al nacer, llenó de aire nuevamente los pulmones del Senju. Sus ojos se abrieron a mas no poder, y casi se levantó de un golpe. Lejos de llegar a hacerlo, cayó de nuevo a peso de plomo sobre la arenosa superficie. Una pequeña nube de polvo se alzó, entre que el chico llevaba su zurda hacia el rostro.
—Jo-der...— Se quejó inconsciente de que su diestra no había respondido.
Sus ojos se entrecerraron, el mismo dolor le abatía. Apenas podía mirar a su alrededor, el cuerpo le ardía como si hubiese escapado del mismísimo infierno. Hizo afán por mirar hacia su lado, intentar identificar la situación, pues no comprendía nada...
Al hacerlo, solo vio un paraje desolado. Una paisaje lejos de ser parecido a lo que antes había sido Kusagakure. De hecho, parecía sacado del país de la tierra. Que pinta mas rara tenía éste llamado infierno, o cielo... a saber donde se encontraba.
Se llevó la vista hacia el otro lado ahora, y allí pudo observar un cuerpo. Sin duda eran las ropas de Yoshimitsu, aquel chico que había de llamar compañero por un verdadero corto lapso de tiempo. Que curioso, no esperaba encontrárselo en su infierno personal. ¿Era su condena tener que lidiar con el por la eternidad?
De nuevo el dolor se hizo algo mas intenso, se llevó las manos de nuevo hacia el rostro, y de nuevo solo fue el izquierdo el brazo que respondió. En ésta ocasión, el albino no pudo obviar el detalle.
«¿¿Qué coño pasa aqui...!?»
Al mirar su brazo derecho, no observó nada raro salvo el que no respondía, aunque evidentemente algo podía andar bajo sus quemados ropajes. Con la zurda se levantó parte de la deshilachada capa de viaje negra, y halló con ello una sorpresa que realmente no le fue agradable. Su brazo estaba muy raro, casi no parecía suyo. No era cosa de heridas o algo similar, era la misma textura, el color... todo. Ese brazo no encajaba.
—JODER! QUE COÑO ES ESTO!?— Vociferó a los cuatro vientos. —¿Qué clase de infierno es este en el que sufres mas que viviendo? ¡Ésto no tiene sentido! ¡ESTO NO TIENE SENTIDO!—
Entre gritos, el albino se había terminado sentando, e intentado arrastrar algo mas lejos de Yoshimitsu. No cabía en su mente que en ésta eterna condena le tocase lidiar con ese chico, y ademas tuviese que cargar con un brazo inerte. Para él, estaba muerto, y en ésta condena estaba mil veces peor que en vida...
El equino se elevó sobre los cielos, y muy por encima de cualquier humano, tomó una ingente cantidad de chakra. Nada quedó a salvo. La vida del albino pasó por delante de sus ojos en apenas unos segundos, tras de ello solo oscuridad. Oscuridad y silencio.
Todo había terminado, o eso parecía, no había escapatoria. El fin del albino estaba ya escrito. Al menos le consolaba un hecho. No iba a ser el único en morir ese día... nadie había sido capaz de huir de semejante ataque. Que alivio, al menos unas cuantas muertes le acompañaban, aunque no fuera bajo sus manos. En la oscuridad, nada se hacía efímero. El tiempo parecía pasar mas lento que la propia muerte. En la cabeza del albino solo un pensamiento...
«¿Y esto es todo? ¿Oscuridad por siempre...?»
Sin embargo, el destino es muy caprichoso.
Una bocanada de aire, intensa cual primera respiración al nacer, llenó de aire nuevamente los pulmones del Senju. Sus ojos se abrieron a mas no poder, y casi se levantó de un golpe. Lejos de llegar a hacerlo, cayó de nuevo a peso de plomo sobre la arenosa superficie. Una pequeña nube de polvo se alzó, entre que el chico llevaba su zurda hacia el rostro.
—Jo-der...— Se quejó inconsciente de que su diestra no había respondido.
Sus ojos se entrecerraron, el mismo dolor le abatía. Apenas podía mirar a su alrededor, el cuerpo le ardía como si hubiese escapado del mismísimo infierno. Hizo afán por mirar hacia su lado, intentar identificar la situación, pues no comprendía nada...
Al hacerlo, solo vio un paraje desolado. Una paisaje lejos de ser parecido a lo que antes había sido Kusagakure. De hecho, parecía sacado del país de la tierra. Que pinta mas rara tenía éste llamado infierno, o cielo... a saber donde se encontraba.
Se llevó la vista hacia el otro lado ahora, y allí pudo observar un cuerpo. Sin duda eran las ropas de Yoshimitsu, aquel chico que había de llamar compañero por un verdadero corto lapso de tiempo. Que curioso, no esperaba encontrárselo en su infierno personal. ¿Era su condena tener que lidiar con el por la eternidad?
De nuevo el dolor se hizo algo mas intenso, se llevó las manos de nuevo hacia el rostro, y de nuevo solo fue el izquierdo el brazo que respondió. En ésta ocasión, el albino no pudo obviar el detalle.
«¿¿Qué coño pasa aqui...!?»
Al mirar su brazo derecho, no observó nada raro salvo el que no respondía, aunque evidentemente algo podía andar bajo sus quemados ropajes. Con la zurda se levantó parte de la deshilachada capa de viaje negra, y halló con ello una sorpresa que realmente no le fue agradable. Su brazo estaba muy raro, casi no parecía suyo. No era cosa de heridas o algo similar, era la misma textura, el color... todo. Ese brazo no encajaba.
—JODER! QUE COÑO ES ESTO!?— Vociferó a los cuatro vientos. —¿Qué clase de infierno es este en el que sufres mas que viviendo? ¡Ésto no tiene sentido! ¡ESTO NO TIENE SENTIDO!—
Entre gritos, el albino se había terminado sentando, e intentado arrastrar algo mas lejos de Yoshimitsu. No cabía en su mente que en ésta eterna condena le tocase lidiar con ese chico, y ademas tuviese que cargar con un brazo inerte. Para él, estaba muerto, y en ésta condena estaba mil veces peor que en vida...