9/08/2018, 16:00
Keisuke volvió a aparecer sentado en la misma aula en la que hacía unos segundos le había explotado una pared, pero estaba completamente intacta. Y su examinadora estaba en frente de él, suspirando profundamente.
— No tienes remedio, Inoue Keisuke.
La habitación seguía igual, los cojines, los vasos, todo igual, excepto la voz de la examinadora, que no solo sonaba exasperada sino más real, más propia de ella y no de una tercera persona. Antes de que el shinobi pudiese justificarse de alguna forma o simplemente decir algo.
— No, no estás suspendido, pero te avisé de que usar el Kai contaría como abandono así que has abandonado. Respecto a la pregunta, Kunogi Saya. Técnicamente, el contestar a la pregunta es el cierre de la prueba y tú, al haber abandonado, no deberías conocer la respuesta. Tomatelo como un premio de consolación. Ya puedes abandonar el aula, creo que eres el primero en acabar.
Al mirar por la ventana, ahora abierta, del aula, vería que estaba empezando a atardecer. En la ilusión le habían parecido apenas unos minutos, pero la realidad era que habían pasado varias horas desde que entró al aula. Si el Sol no le parecía suficiente prueba del tiempo transcurrido su estomago exigiendo comida sería mucho más convincente.
— No tienes remedio, Inoue Keisuke.
La habitación seguía igual, los cojines, los vasos, todo igual, excepto la voz de la examinadora, que no solo sonaba exasperada sino más real, más propia de ella y no de una tercera persona. Antes de que el shinobi pudiese justificarse de alguna forma o simplemente decir algo.
— No, no estás suspendido, pero te avisé de que usar el Kai contaría como abandono así que has abandonado. Respecto a la pregunta, Kunogi Saya. Técnicamente, el contestar a la pregunta es el cierre de la prueba y tú, al haber abandonado, no deberías conocer la respuesta. Tomatelo como un premio de consolación. Ya puedes abandonar el aula, creo que eres el primero en acabar.
Al mirar por la ventana, ahora abierta, del aula, vería que estaba empezando a atardecer. En la ilusión le habían parecido apenas unos minutos, pero la realidad era que habían pasado varias horas desde que entró al aula. Si el Sol no le parecía suficiente prueba del tiempo transcurrido su estomago exigiendo comida sería mucho más convincente.
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