9/08/2018, 23:50
Datsue parecía visiblemente afectado por algo. Daruu se preguntó qué le pasaba. Y conforme iba hablando, conforme decía cada una de las palabras, su sonrisa se ensanchaba más y más.
—Lo sé —dijo.
Entonces Datsue pareció acordarse de algo malo. O quizás sólo fingió una sorpresa. El caso es que un momento después, donde había habido Datsue, ahora sólo había un rastro residual de humo blanco.
«Por supuesto, Datsue-kun. ¿Por qué ibas a arrojarte a los brazos de un extranjero que te ha preparado toda una emboscada? ¿Por qué ibas a hacerlo si no eras un clon?» Toda aquella posibilidad había sido calculada con antelación. «¿Crees que no hubiera tenido algo más que palabras contigo si no hubiera sido porque me arriesgaba a perder incluso el derecho a tenerlas, en primer lugar?»
El amejin se acercó con discrección al muelle, al mismo poste donde había dejado su particular señal cuando el pelotón de su aldea había llegado a Uzushiogakure. Y con la misma dedicación volvió a dibujar el ideograma. «Bueno, me viene bien que te hayas ido. No pude reestablecer la marca de la Ciudad Fantasma porque estabas haciendo de mirón. Y uno tiene que mantener sus secretos. Como sin duda comprenderás.»
Hablaba para sí mismo, como si estuviera hablándole a un Datsue invisible. Se levantó, y se alejó hacia el núcleo de la aldea.
«Tú también tienes los tuyos. Dime, ¿por qué ascenderían a alguien como tú a jounin directamente? Parece que subiste el escalón junto a Akame. Siempre estáis juntos. No me intentes engañar...»
Una nube proyectó su gran sombra sobre Daruu. Y Daruu proyectó una espesa sombra de sospecha, aunque aún no sabía de qué.
Aún no lo sabía.
—Lo sé —dijo.
Entonces Datsue pareció acordarse de algo malo. O quizás sólo fingió una sorpresa. El caso es que un momento después, donde había habido Datsue, ahora sólo había un rastro residual de humo blanco.
«Por supuesto, Datsue-kun. ¿Por qué ibas a arrojarte a los brazos de un extranjero que te ha preparado toda una emboscada? ¿Por qué ibas a hacerlo si no eras un clon?» Toda aquella posibilidad había sido calculada con antelación. «¿Crees que no hubiera tenido algo más que palabras contigo si no hubiera sido porque me arriesgaba a perder incluso el derecho a tenerlas, en primer lugar?»
El amejin se acercó con discrección al muelle, al mismo poste donde había dejado su particular señal cuando el pelotón de su aldea había llegado a Uzushiogakure. Y con la misma dedicación volvió a dibujar el ideograma. «Bueno, me viene bien que te hayas ido. No pude reestablecer la marca de la Ciudad Fantasma porque estabas haciendo de mirón. Y uno tiene que mantener sus secretos. Como sin duda comprenderás.»
Hablaba para sí mismo, como si estuviera hablándole a un Datsue invisible. Se levantó, y se alejó hacia el núcleo de la aldea.
«Tú también tienes los tuyos. Dime, ¿por qué ascenderían a alguien como tú a jounin directamente? Parece que subiste el escalón junto a Akame. Siempre estáis juntos. No me intentes engañar...»
Una nube proyectó su gran sombra sobre Daruu. Y Daruu proyectó una espesa sombra de sospecha, aunque aún no sabía de qué.
Aún no lo sabía.