15/08/2018, 13:49
Akame le dio luz verde a la sugerencia de Karma, a lo que ella, como un ratón asustado que teme toparse con algún depredador, echó a andar con cómica rapidez en pos de ponerse a la vera de su sensei y entonces seguirlo. Tomaron el mismo sendero que los había conducido hasta allí, pero en esta ocasión a la inversa, de vuelta a Los Herreros.
Según deshacían el camino y no pasaba nada, la kunoichi se fue relajando paulatinamente. Finalmente quedó con la mirada fija al frente, presa del tedio que resulta al desplazarse durante horas por un bosque sin que aconteciese nada digno de mención. Al menos el paraje era bonito, aunque ella prefería el duro suelo de piedra de una ciudad.
Cuando ya estaban cerca de la urbe de los artesanos, la fémina habló:
—¿Qué vas a hacer ahora, Akame-sensei? Yo tengo que volver a Los Herreros y ocuparme de unas cosas. Volveré a la aldea en un par de días —afirmó—. Si vas a volver, te deseo un buen viaje. Por otro lado, si te quieres quedar, hay espacio de sobra en la posada donde me hospedo.
Fuera como fuese, la muchacha se pondría en marcha.
Según deshacían el camino y no pasaba nada, la kunoichi se fue relajando paulatinamente. Finalmente quedó con la mirada fija al frente, presa del tedio que resulta al desplazarse durante horas por un bosque sin que aconteciese nada digno de mención. Al menos el paraje era bonito, aunque ella prefería el duro suelo de piedra de una ciudad.
Cuando ya estaban cerca de la urbe de los artesanos, la fémina habló:
—¿Qué vas a hacer ahora, Akame-sensei? Yo tengo que volver a Los Herreros y ocuparme de unas cosas. Volveré a la aldea en un par de días —afirmó—. Si vas a volver, te deseo un buen viaje. Por otro lado, si te quieres quedar, hay espacio de sobra en la posada donde me hospedo.
Fuera como fuese, la muchacha se pondría en marcha.