31/08/2018, 16:40
(Última modificación: 2/09/2018, 14:29 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
El Uchiha soltó una carcajada ante la actitud de los dos genin, que se pusieron en visible tensión con la sola mención del Examen. Pese a que Juro sí iba a presentarse y Reika no, Akame admitió que no era otra cosa que un chiste lo que le movía a picar a ambos genin.
—Era broma, era broma —aseguró, restándole importancia con un gesto de su mano derecha—. Yo siempre he defendido que es mejor esperar a estar preparado, Reika-san. Haces bien.
Entonces, Akame se volvió hacia Juro, quien había mencionado...
—Vaya, ¿y cuáles son esas interesantes técnicas que has aprendido, Juro-san?
El kusajin no tendría tiempo de contestar. Antes de que ninguno de los tres pudiera reaccionar, un tremendo estruendo resonó tierra adentro, en el pueblo. Akame se volteó, alterado, sólo para observar cómo algunas personas habían echado a correr y el ambiente empezaba a llenarse de un griterío lejano e histérico.
—¿Qué demonios...?
Por puro acto reflejo, el jōnin se quitó las gafas de sol, las dejó sobre la hamaca, y echó a correr hacia el origen del ruido. Parecía provenir del límite norte de Akachamura, el lado donde empezaba el bosque y contrario a la playa.
Si alguno de los otros dos genin le había seguido, los shinobi se encontrarían con un panorama desolador. Se trata de una pequeña plaza que daba a la foresta, muy concurrida y repleta de puestos de comida y bebida. Sin embargo, la mayoría de éstos parecían haber sido arrasados como por un tsunami, había gente corriendo en pánico de un lado para otro y varios heridos en el suelo. El caos era generalizado.
Entre el tumulto, Akame se acercó a una mujer que tenía la pierna atrapada bajo un puestito de comida a la parrilla que había sido destruido por completo, y cuyo tejado de madera se había derrumbado sobre la pobre turista.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —pidió el jōnin mientras intentaba, en vano, levantar los escombros para liberar la pierna de la señora.
—Era broma, era broma —aseguró, restándole importancia con un gesto de su mano derecha—. Yo siempre he defendido que es mejor esperar a estar preparado, Reika-san. Haces bien.
Entonces, Akame se volvió hacia Juro, quien había mencionado...
—Vaya, ¿y cuáles son esas interesantes técnicas que has aprendido, Juro-san?
El kusajin no tendría tiempo de contestar. Antes de que ninguno de los tres pudiera reaccionar, un tremendo estruendo resonó tierra adentro, en el pueblo. Akame se volteó, alterado, sólo para observar cómo algunas personas habían echado a correr y el ambiente empezaba a llenarse de un griterío lejano e histérico.
—¿Qué demonios...?
Por puro acto reflejo, el jōnin se quitó las gafas de sol, las dejó sobre la hamaca, y echó a correr hacia el origen del ruido. Parecía provenir del límite norte de Akachamura, el lado donde empezaba el bosque y contrario a la playa.
Si alguno de los otros dos genin le había seguido, los shinobi se encontrarían con un panorama desolador. Se trata de una pequeña plaza que daba a la foresta, muy concurrida y repleta de puestos de comida y bebida. Sin embargo, la mayoría de éstos parecían haber sido arrasados como por un tsunami, había gente corriendo en pánico de un lado para otro y varios heridos en el suelo. El caos era generalizado.
Entre el tumulto, Akame se acercó a una mujer que tenía la pierna atrapada bajo un puestito de comida a la parrilla que había sido destruido por completo, y cuyo tejado de madera se había derrumbado sobre la pobre turista.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —pidió el jōnin mientras intentaba, en vano, levantar los escombros para liberar la pierna de la señora.