2/09/2018, 01:24
Si antes existía desconfianza en la presencia de aquel hombre, aquella sensación se acrecentó a medida de que el tiburón le acompañaba en su sospechosa travesía. Y es que con cada paso, parecían alejarse cada tanto de el corazón más vívido de Uzushio, acabando finalmente en otro callejón oscuro y de mala muerte.
Tras unos barriles, se escondía el pasadizo hasta un descenso cansino e interminable. Aunque el apresuramiento del mulo les llevó hasta el final de éstas, donde el subterfugio ya no parecía ser ningún problema para ellos dos; pues el bullicio de una gran concentración de gente le atizó de lleno con las luces del tugurio. Cerveza, baile, música y cigarrillos. Parecía ser una especie de bar clandestino. Luego, un repentino silencio que duró un poco, quizás. Los usuales segundo que se toma la gente al ver por primera vez a un tipo como Kaido, vaya.
Él se les quedó mirando con su tan característica bravuconería, pero antes de poder siquiera decir algo, el mulo le volvió a empujar y le llevó hasta el final del pasillo.
—Vamos, vamos, entre, no tengo permitido entrar ahí, entra, entre.
Para su pesar, ya no había vuelta atrás. Lo mejor que pudo hacer fue prepararse para lo peor, pues estaba casi convencido de que le habían llevado a una especie de matadero donde le iban a intentar sacar los órganos, o algo parecido. Sonrió, pues pensaba que eso solo sucedía en Shinogi-To. Iba a ser que no.
Abrió la puerta, y esperó encontrarse con un verdadero peligro que convirtiera la monotonía que significaba la espera para la siguiente prueba del examen en algo más, digamos, emocionante.
Tras unos barriles, se escondía el pasadizo hasta un descenso cansino e interminable. Aunque el apresuramiento del mulo les llevó hasta el final de éstas, donde el subterfugio ya no parecía ser ningún problema para ellos dos; pues el bullicio de una gran concentración de gente le atizó de lleno con las luces del tugurio. Cerveza, baile, música y cigarrillos. Parecía ser una especie de bar clandestino. Luego, un repentino silencio que duró un poco, quizás. Los usuales segundo que se toma la gente al ver por primera vez a un tipo como Kaido, vaya.
Él se les quedó mirando con su tan característica bravuconería, pero antes de poder siquiera decir algo, el mulo le volvió a empujar y le llevó hasta el final del pasillo.
—Vamos, vamos, entre, no tengo permitido entrar ahí, entra, entre.
Para su pesar, ya no había vuelta atrás. Lo mejor que pudo hacer fue prepararse para lo peor, pues estaba casi convencido de que le habían llevado a una especie de matadero donde le iban a intentar sacar los órganos, o algo parecido. Sonrió, pues pensaba que eso solo sucedía en Shinogi-To. Iba a ser que no.
Abrió la puerta, y esperó encontrarse con un verdadero peligro que convirtiera la monotonía que significaba la espera para la siguiente prueba del examen en algo más, digamos, emocionante.