3/09/2018, 01:50
La cálida mañana se abría paso, y pese a que era relativamente temprano, las calles comenzaban a tener vida. No eran demasiados, pero toda familia que tenía a un hijo o hija se dirigían de manera ordenada hacia la escuela. Siempre se daba un factor en común, la mujer y la pequeña o pequeño. El hombre y los chicos que ya habían terminado la academia ya hacía rato que estaban trabajando. Cosas de trabajar en el campo.
Todo el poblado parecía mantener las rutinas, las costumbres. Entre tanto, de vez en cuando le dedicaban alguna que otra mirada a los "forasteros". Era algo normal, después de todo en ese pueblo todos conocían a todos. Sin embargo, no era ni para mal ni para bien... se respiraba una reconfortante indiferencia.
Cuando los genin pasaban cerca de algún transeúnte, éstos sin reproche alguno les saludó. Ante todo, eran educados. El camino hacia el pueblo vecino era sencillo, y de hecho ya lo habían visto la noche anterior. Tan solo tenían que salir del pueblo, retomar la senda hasta el collado, y desde ahí tomar el camino que bajaba hasta la falda de la montaña. El pueblo vecino apenas estaba a media hora andando. El camino estaba algo destartalado por el paso del tiempo, pero casi que igual en ambos pueblos. Sin embargo, en éste otro no parecía haber tanta vida como en el de arriba. Nadie parecía asomar por las calles, aunque quizás era que estaban en otras calles, y no en la principal. Desde la lejanía no podían discernir si era así o no...
Conforme cerrasen las distancias con la entrada del pueblo, podrían ver una piedra azul en mitad del camino. Radiaba una luz verdosa que sin dudas resultaría familiar a los genin. No brillaba como por la noche, pero en su apagado tono eran similares. La misma no era demasiado grande, apenas sobresalía de la calzada 15 o 20 centímetros.
De pronto, quizás debido a la cercanía, podrían escuchar un llanto, uno proveniente de alguna mujer. Si buscaban un poco con la mirada, y el oído, provenía de unos arbustos que yacían hacia su derecha. Los mismos, así como la vegetación típica de allí —grandes árboles de hoja perenne— imposibilitaban desde allí la visual de la susodicha. Pero era obvia la dirección.
Todo el poblado parecía mantener las rutinas, las costumbres. Entre tanto, de vez en cuando le dedicaban alguna que otra mirada a los "forasteros". Era algo normal, después de todo en ese pueblo todos conocían a todos. Sin embargo, no era ni para mal ni para bien... se respiraba una reconfortante indiferencia.
Cuando los genin pasaban cerca de algún transeúnte, éstos sin reproche alguno les saludó. Ante todo, eran educados. El camino hacia el pueblo vecino era sencillo, y de hecho ya lo habían visto la noche anterior. Tan solo tenían que salir del pueblo, retomar la senda hasta el collado, y desde ahí tomar el camino que bajaba hasta la falda de la montaña. El pueblo vecino apenas estaba a media hora andando. El camino estaba algo destartalado por el paso del tiempo, pero casi que igual en ambos pueblos. Sin embargo, en éste otro no parecía haber tanta vida como en el de arriba. Nadie parecía asomar por las calles, aunque quizás era que estaban en otras calles, y no en la principal. Desde la lejanía no podían discernir si era así o no...
Conforme cerrasen las distancias con la entrada del pueblo, podrían ver una piedra azul en mitad del camino. Radiaba una luz verdosa que sin dudas resultaría familiar a los genin. No brillaba como por la noche, pero en su apagado tono eran similares. La misma no era demasiado grande, apenas sobresalía de la calzada 15 o 20 centímetros.
De pronto, quizás debido a la cercanía, podrían escuchar un llanto, uno proveniente de alguna mujer. Si buscaban un poco con la mirada, y el oído, provenía de unos arbustos que yacían hacia su derecha. Los mismos, así como la vegetación típica de allí —grandes árboles de hoja perenne— imposibilitaban desde allí la visual de la susodicha. Pero era obvia la dirección.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~