La sardina y la araña

[Sasagani Yota]

—¿Asustarse? ¡pero si les encanta lo desconocido, joder! no veas cuantos uzureños se me han acercado a preguntarme de dónde vengo, o de si soy un tritón. Una llegó a preguntarme si tenía la polla azul, ¿puedes creerlo?

Cuando dijo lo del miembro viril no pude evitar soltar una carcajada. Fue tan inesperado que solo pude reaccionar de esa forma

bueno, bien; entonces no estás muerto. Pero sí que estas como un poco quedado, ¿no crees? ¿cómo es que el gran Yota, el gran guerrero que huyó de la Isla Monotonía, no participa en los jodidos examenes de chunin, eh?

— Pues porque en esta vida no todo es blanco o negro, amigo — dije aparentemente relajado.

Saqué uno de mis caramelos sujetandolo por aquel fino palo de plástico blanquecino, pero todavía sin comerlo.

— Llevar una plaquita plateada en mi manga derecha no va a cambiar mi vida, Kaido-san. A veces es bueno saber cuando hay que hacer un alto en el jodido camino. ¡Estoy de vacaciones mientras apoyo a mis camaradas! De todas formas, Morikage-sama sabe exactamente de lo que soy capaz sin necesidad de tener que fijarse en una estúpida chapita o en un insignificante chaleco, ¿entiendes?

El discursito explicativo me había salido razonablemente bien a mi parecer. Después de eso, entonces si que iba a degustar el caramelo que sostenía en mi mano.