17/09/2015, 11:55
Me dio vergüenza ofrecerle tan poca cosa, pero es que en realidad no tenía nada más que aquello. Pero no iba a consentir que comiera solo aquello, eso que le di, era más bien para apaciguar las exigencias de su apetito voraz, entretenerlo hasta conducirlo a una comida digna. A pesar de ello, asombrado me pareció ver que le satisfizo, por lo menos su gesto de alivio no dejó lugar a dudas. Y luego llegó el momento cumbre, mientras se sacudía los restos de migas de pan, me sacó de dudas cuando me afirmó que sus raíces provenían de Kirigakure.
"!Oh! entonces proviene de un clan con muchísimos años de historia, por lo que tengo entendido, un clan que hizo cosas notorias en la historia del mundo shinobi" Cuando confirmó lo que andaba sospechando, se me desencajó la boca del asombro mayúsculo que tenía.
-Impresionante...Dije involuntariamente. -Entonces por lo que pude leer hace tiempo, tu clan hizo cosas muy grandes en el pasado, debes estar muy orgullo de tener unos antepasados tan importantes. Dije esta vez sincero.
"No se conocen todos los días alguien así, que bien"
El chico mostró interés que lo condujera a aquel sitió que le comenté, a cambio me hablaría sobre aquello. -De acuerdo, de acuerdo. Simplemente es terminar de cruzar el puente y unas pocas más allá, vive una anciana que prepara buena comida. Y lo mejor de todo, es que es muy barato. Me ofrecería a invitarte ya que vienes de fuera, pero es que no llevo encima ni una mísera moneda. Lo siento mucho.
Con un nuevo y amable gesto, invité a Ichiro que me siguiera nuevamente. Y al poco de cruzar aquel emblemático puente, dimos con aquella casas en un santiamén. Con solo seguir el aroma del pescado cocinándose era más que suficiente para orientar a cualquiera. Teníamos delante de nosotros, una pequeña casita de madera y bambú con una chimenea de piedra, en el mismo portal de la casa se encontraba una pequeña ancianita canosa de rostro simpático, que portaba un viejo pero bien cuidado kimono floreado de tonos apagados. La señora nos vio venir desde la distancia, a lo que respondí un efusivo saludo alzando el brazo.
-Buenos días obaasan, ¿Tiene algo para comer?
-Claro que si muchachos. Por favor sentaros. La mujer con una reverencia y un gesto, nos invitó para que nos sentáramos en su modesta terraza, en donde había una mesa tradicional con un cojín grisáceo a cada uno de los lados.
-Os traeré algo delicioso y un poco de té. La anciana se metió dentro de la casa.
Cuando nos acomodamos miré sonriente a Ichiro. -Verás que bien que vas a comer, esta abuelita se dedica a preparar comida a los peregrinos que vienen a rezar a los templos. El único inconveniente es que ella te ofrece lo que prepara, es decir, que no puedes elegir. Pero esta todo muy bueno.
Rodeados de naturaleza, el lugar era muy acogedor y placentero. El sonido del cantar de los pájaros, el ruido del fluir del agua del estanque que teníamos a pocos metros y la frondosidad del bosque del bambú. Me quedé mirando los juncos pensativo. -En este bosque hay muchos osos panda. Son impresionantes. Le comenté a Ichiro.
"!Oh! entonces proviene de un clan con muchísimos años de historia, por lo que tengo entendido, un clan que hizo cosas notorias en la historia del mundo shinobi" Cuando confirmó lo que andaba sospechando, se me desencajó la boca del asombro mayúsculo que tenía.
-Impresionante...Dije involuntariamente. -Entonces por lo que pude leer hace tiempo, tu clan hizo cosas muy grandes en el pasado, debes estar muy orgullo de tener unos antepasados tan importantes. Dije esta vez sincero.
"No se conocen todos los días alguien así, que bien"
El chico mostró interés que lo condujera a aquel sitió que le comenté, a cambio me hablaría sobre aquello. -De acuerdo, de acuerdo. Simplemente es terminar de cruzar el puente y unas pocas más allá, vive una anciana que prepara buena comida. Y lo mejor de todo, es que es muy barato. Me ofrecería a invitarte ya que vienes de fuera, pero es que no llevo encima ni una mísera moneda. Lo siento mucho.
Con un nuevo y amable gesto, invité a Ichiro que me siguiera nuevamente. Y al poco de cruzar aquel emblemático puente, dimos con aquella casas en un santiamén. Con solo seguir el aroma del pescado cocinándose era más que suficiente para orientar a cualquiera. Teníamos delante de nosotros, una pequeña casita de madera y bambú con una chimenea de piedra, en el mismo portal de la casa se encontraba una pequeña ancianita canosa de rostro simpático, que portaba un viejo pero bien cuidado kimono floreado de tonos apagados. La señora nos vio venir desde la distancia, a lo que respondí un efusivo saludo alzando el brazo.
-Buenos días obaasan, ¿Tiene algo para comer?
-Claro que si muchachos. Por favor sentaros. La mujer con una reverencia y un gesto, nos invitó para que nos sentáramos en su modesta terraza, en donde había una mesa tradicional con un cojín grisáceo a cada uno de los lados.
-Os traeré algo delicioso y un poco de té. La anciana se metió dentro de la casa.
Cuando nos acomodamos miré sonriente a Ichiro. -Verás que bien que vas a comer, esta abuelita se dedica a preparar comida a los peregrinos que vienen a rezar a los templos. El único inconveniente es que ella te ofrece lo que prepara, es decir, que no puedes elegir. Pero esta todo muy bueno.
Rodeados de naturaleza, el lugar era muy acogedor y placentero. El sonido del cantar de los pájaros, el ruido del fluir del agua del estanque que teníamos a pocos metros y la frondosidad del bosque del bambú. Me quedé mirando los juncos pensativo. -En este bosque hay muchos osos panda. Son impresionantes. Le comenté a Ichiro.