12/09/2018, 16:31
«Joder, menudo colocón lleva este condenado...»
Mientras Karamaru seguía inconsciente en el suelo, haciendo de vez en cuando algún aspaviento, Reika le contaba a Akame lo que acababa de descubrir en los documentos de la mesa escritorio. El Uchiha entrecerró los ojos, pensativo; «desde luego, esto tiene pinta de ser un alijo ilegal, y este sótano, la caleta donde guardan la mercancía hasta que puedan distribuirla». Sin embargo, había algo que le llamaba la atención.
—¿Cebos de pesca? —preguntó el jōnin—. ¿Qué demonios tienen que ver los cebos con esta... Droga?
Akame no era un muchacho especialmente dado a drogarse —más allá del tabaco y algún alcohol ocasional—, pero sí que conocía varias sustancias ilegales. Era un ninja, al fin y al cabo, y caminar en los márgenes de la legalidad vigente suponía el cincuenta por ciento de su trabajo; el otro cincuenta consistía en, directamente, traspasarlos. Pero nunca había visto una cosa como aquella pasta azul viscosa.
—sí, sin duda se trata de algún alucinógeno, y muy potente diría yo. Karamaru-san está totalmente K.O.
Ante la duda, el jōnin optó por hacerle caso a Reika, y mientras la kunoichi se disponía a copiar la información de los papeles, Akame dejó al calvo reposando y se colocó junto al escritorio. La libreta de tapa gruesa fue lo primero que le llamó la atención —además de la ingente cantidad de documentos y facturas—, de modo que la abrió y le echó un vistazo.
—Hm, sin duda son referencias a lugares y... ¿Contactos? ¿Distribuidores? ¿Clientes? —aquello no parecía del todo claro—. Mira, éste está tachado. "Z., 5.000". ¿Se referirá a cinco mil ryōs? —sus ojos captaron entonces el siguiente detalle evidente—. Por todos los dioses, aquí hay uno que pone quinientosmil.
»Creo que deberíamos sustraer esta información lo primero, Reika-san. No entiendo qué parte juegan en esto los cebos de pesca, pero dudo que sea tan importante como una referencia de posibles contactos y cantidades.
Mientras Karamaru seguía inconsciente en el suelo, haciendo de vez en cuando algún aspaviento, Reika le contaba a Akame lo que acababa de descubrir en los documentos de la mesa escritorio. El Uchiha entrecerró los ojos, pensativo; «desde luego, esto tiene pinta de ser un alijo ilegal, y este sótano, la caleta donde guardan la mercancía hasta que puedan distribuirla». Sin embargo, había algo que le llamaba la atención.
—¿Cebos de pesca? —preguntó el jōnin—. ¿Qué demonios tienen que ver los cebos con esta... Droga?
Akame no era un muchacho especialmente dado a drogarse —más allá del tabaco y algún alcohol ocasional—, pero sí que conocía varias sustancias ilegales. Era un ninja, al fin y al cabo, y caminar en los márgenes de la legalidad vigente suponía el cincuenta por ciento de su trabajo; el otro cincuenta consistía en, directamente, traspasarlos. Pero nunca había visto una cosa como aquella pasta azul viscosa.
—sí, sin duda se trata de algún alucinógeno, y muy potente diría yo. Karamaru-san está totalmente K.O.
Ante la duda, el jōnin optó por hacerle caso a Reika, y mientras la kunoichi se disponía a copiar la información de los papeles, Akame dejó al calvo reposando y se colocó junto al escritorio. La libreta de tapa gruesa fue lo primero que le llamó la atención —además de la ingente cantidad de documentos y facturas—, de modo que la abrió y le echó un vistazo.
—Hm, sin duda son referencias a lugares y... ¿Contactos? ¿Distribuidores? ¿Clientes? —aquello no parecía del todo claro—. Mira, éste está tachado. "Z., 5.000". ¿Se referirá a cinco mil ryōs? —sus ojos captaron entonces el siguiente detalle evidente—. Por todos los dioses, aquí hay uno que pone quinientosmil.
»Creo que deberíamos sustraer esta información lo primero, Reika-san. No entiendo qué parte juegan en esto los cebos de pesca, pero dudo que sea tan importante como una referencia de posibles contactos y cantidades.