12/09/2018, 21:32
No supo qué le había impulsado a aceptar un pupilo, pero lo había hecho.
Eri, que llevaba un par de meses ostentando el rango de Jounin con bastante orgullo; se había decidido aquel día de otoño a llevar el tan famoso chaleco encima de su ropa, junto con la placa que acreditaba su rango en el brazo derecho para la ocasión. Estaba algo nerviosa, no podía evitarlo, pero ahí estaba, frente a la Academia de las Olas donde se había citado con su nuevo alumno.
Tragó saliva y entró.
Saludó a los encargados de la academia que se encontraban por allí con una sonrisa y un movimiento de cabeza, no necesitaba preguntar pues sabía la sala y ya le habían comunicado el protocolo, así que lo que decidió fue subir inmediatamente al aula donde se encontraría con él.
Llegó a la puerta y abrió suavemente para encontrarse con una persona sentado en uno de los pupitres del lugar: un muchacho moreno y de ojos de un azul intenso. Sonrió al verle, aunque se sentía algo culpable, pues no parecía que hubiera mucha diferencia de edad entre los dos.
Pero eso podía usarlo en su favor.
—Buenos días —saludó de forma cortés mientras se acercaba a él y tomaba asiento a su lado izquierdo—. Imagino que eres Kaguya Riko, si no creo que esto puede ser embarazoso y debería irme antes de hacer más el ridículo.
Lo hacía para liberar tensión.
Sí.
Era eso.
Eri, que llevaba un par de meses ostentando el rango de Jounin con bastante orgullo; se había decidido aquel día de otoño a llevar el tan famoso chaleco encima de su ropa, junto con la placa que acreditaba su rango en el brazo derecho para la ocasión. Estaba algo nerviosa, no podía evitarlo, pero ahí estaba, frente a la Academia de las Olas donde se había citado con su nuevo alumno.
Tragó saliva y entró.
Saludó a los encargados de la academia que se encontraban por allí con una sonrisa y un movimiento de cabeza, no necesitaba preguntar pues sabía la sala y ya le habían comunicado el protocolo, así que lo que decidió fue subir inmediatamente al aula donde se encontraría con él.
Llegó a la puerta y abrió suavemente para encontrarse con una persona sentado en uno de los pupitres del lugar: un muchacho moreno y de ojos de un azul intenso. Sonrió al verle, aunque se sentía algo culpable, pues no parecía que hubiera mucha diferencia de edad entre los dos.
Pero eso podía usarlo en su favor.
—Buenos días —saludó de forma cortés mientras se acercaba a él y tomaba asiento a su lado izquierdo—. Imagino que eres Kaguya Riko, si no creo que esto puede ser embarazoso y debería irme antes de hacer más el ridículo.
Lo hacía para liberar tensión.
Sí.
Era eso.