16/09/2018, 16:06
Akame escuchó con atención las palabras de Reika. «Sí, tiene sentido. Emiten facturas de un producto perfectamente legal y lo camuflan todo bajo ese engaño, haciendo parecer que estos movimientos son en realidad completamente acordes a la ley y parte de un negocio legítimo». Luego echó la vista atrás para contar las cajas que había en aquel zulo.
—Aquí tiene que haber por lo menos cien kilos. Lo que, supongo, les va a reportar un beneficio insano a estos criminales —dedujo—. Sí, a juzgar por las anotaciones, están enviando producto a múltiples localicaciones por todo Oonindo... Mierda, nunca imaginé que en un pueblecito tan pequeño como este pudieran cocerse asuntos tan turbios.
A la luz de aquel descubrimiento, la pinza que el Trucho Torcido mantenía sobre Colapescado se hacía mucho más coherente. «A ese tipo no le interesa este pueblo, ni su pescado ni sus negocios. Sólo es una tapadera para su operación de tráfico de drogas, un mendrugo en una covacha», dedujo el Uchiha.
Sin embargo y antes de que ninguno de los dos ninjas pudiera hacer nada, Karamaru sufrió una violenta convulsión. Ya no lucía plácidamente ido, perdido en sus pensamientos —Reika notaría que la conexión mental con el calvo se rompió de repente—, sino violentamente molesto. Empezó a temblar y de su boca salía un espumarajo azulado bastante desagradable.
—¡Joder, le está dando una maldita sobredosis!
Akame se agachó y pasó ambas manos bajo los brazos del amejin, tratando de ponerle en pie para evitar que se ahogara con su propia saliva.
—Mierda, tenemos que sacarlo de aquí —pidió a Reika—. Agárralo de los pies.
Mientras la Yamanaka se colocaba en posición, Akame sacaría un frasquito de cristal opaco de uno de los bolsillos de su chaleco y, tras descorcharlo, se lo volcaría sobre la boca al calvo. «Espero que este antídoto sirva al menos para paliar los efectos de la sobredosis, aunque sea por un rato...»
—Aquí tiene que haber por lo menos cien kilos. Lo que, supongo, les va a reportar un beneficio insano a estos criminales —dedujo—. Sí, a juzgar por las anotaciones, están enviando producto a múltiples localicaciones por todo Oonindo... Mierda, nunca imaginé que en un pueblecito tan pequeño como este pudieran cocerse asuntos tan turbios.
A la luz de aquel descubrimiento, la pinza que el Trucho Torcido mantenía sobre Colapescado se hacía mucho más coherente. «A ese tipo no le interesa este pueblo, ni su pescado ni sus negocios. Sólo es una tapadera para su operación de tráfico de drogas, un mendrugo en una covacha», dedujo el Uchiha.
Sin embargo y antes de que ninguno de los dos ninjas pudiera hacer nada, Karamaru sufrió una violenta convulsión. Ya no lucía plácidamente ido, perdido en sus pensamientos —Reika notaría que la conexión mental con el calvo se rompió de repente—, sino violentamente molesto. Empezó a temblar y de su boca salía un espumarajo azulado bastante desagradable.
—¡Joder, le está dando una maldita sobredosis!
Akame se agachó y pasó ambas manos bajo los brazos del amejin, tratando de ponerle en pie para evitar que se ahogara con su propia saliva.
—Mierda, tenemos que sacarlo de aquí —pidió a Reika—. Agárralo de los pies.
Mientras la Yamanaka se colocaba en posición, Akame sacaría un frasquito de cristal opaco de uno de los bolsillos de su chaleco y, tras descorcharlo, se lo volcaría sobre la boca al calvo. «Espero que este antídoto sirva al menos para paliar los efectos de la sobredosis, aunque sea por un rato...»