21/09/2018, 15:33
(Última modificación: 21/09/2018, 15:33 por Aotsuki Ayame.)
—¡Sí, eso es! ¡Esa eres tú! ¡Tú eres Ayame, de Amegakure! ¡No eres el Gobi, no eres ese monstruo y no necesitas su chakra! ¡Lo rechazas! —Escuchaba su voz. Por extraño que pareciera, podía escuchar la sonrisa en sus labios acompañando a su voz. Sabía que estaba cerca de ella, cada vez más cerca, pero también era como si estuviera cada vez más lejos. Era extraño, terriblemente extraño. Y eso la aterraba—. Miras a la tormenta a los ojos. Y la rechazas. Porque tú eres la Tormenta, y la Tormenta no puede hacerte daño. ¿¡O SÍ!?
Otro chasquido, y esta vez el trueno sonó justo a su espalda. Ayame gritó. Pero su chillido se vio opacado por otro trueno enfrente de ella. Otro a su derecha. Y otro a su izquierda. Y otro. Y otro. Ella se revolvió, pero seguía tan petrificada como al principio, clavada a la tierra como uno de los árboles que se alzaban más allá. Sollozó, incapaz de alzar las manos para protegerse la cabeza y hacerse un ovillo. Y lloró por no poder huir, por no poder refugiarse en aquellos bosques. Por no poder salir de su jaula.
—Ayame... Ayame... —repetía, con un hilo de voz. Los rayos seguían danzando a su alrededor, restallando sus explosivos látigos contra sus tímpanos. En cualquier momento la darían a ella. Estaba convencida de ello.
«Basta...»
—De Amegakure...
«Por favor...»
Ella no era la Tormenta. ¡Ella era el Agua! ¡La electricidad la mataría!
—Guard...
Otro chasquido, y esta vez el trueno sonó justo a su espalda. Ayame gritó. Pero su chillido se vio opacado por otro trueno enfrente de ella. Otro a su derecha. Y otro a su izquierda. Y otro. Y otro. Ella se revolvió, pero seguía tan petrificada como al principio, clavada a la tierra como uno de los árboles que se alzaban más allá. Sollozó, incapaz de alzar las manos para protegerse la cabeza y hacerse un ovillo. Y lloró por no poder huir, por no poder refugiarse en aquellos bosques. Por no poder salir de su jaula.
—Ayame... Ayame... —repetía, con un hilo de voz. Los rayos seguían danzando a su alrededor, restallando sus explosivos látigos contra sus tímpanos. En cualquier momento la darían a ella. Estaba convencida de ello.
«Basta...»
—De Amegakure...
«Por favor...»
Ella no era la Tormenta. ¡Ella era el Agua! ¡La electricidad la mataría!
—Guard...