23/09/2018, 22:06
No obstante, Eri siguió caminando sin inmutarse. Atravesó a Ayame como si fuera un fantasma. A continuación, el mundo dio la vuelta, para que Ayame no pudiera evitar ver lo que le hacían a su pareja. Si cerraba los ojos, la imagen seguiría vívida como en un sueño lúcido. Los brazos y las piernas volvieron a paralizarse.
Eri se agachó y le colocó las esposas a Daruu. Akame se acercó, se agachó e hizo levantar la barbilla al amejin.
—Ahora nos vas a decir dónde guardáis a la jinchuuriki.
—N... n...
—¿No? Muy bien. —El Uchiha se reincorporó, echó la pierna hacia atrás, y le propinó un puntapié en la ya rota nariz a Daruu, que aulló de dolor—. Hablarás. Haremos que hables.
Eri se agachó y le colocó las esposas a Daruu. Akame se acercó, se agachó e hizo levantar la barbilla al amejin.
—Ahora nos vas a decir dónde guardáis a la jinchuuriki.
—N... n...
—¿No? Muy bien. —El Uchiha se reincorporó, echó la pierna hacia atrás, y le propinó un puntapié en la ya rota nariz a Daruu, que aulló de dolor—. Hablarás. Haremos que hables.