28/09/2018, 13:16
Pudo escuchar a la perfección los pasos de Zetsuo acercándose a ella, y Ayame se afanó por limpiarse las lágrimas del rostro rápidamente. Él lanzó un largo suspiro cargado de cansancio.
—Para recrear una mentira como la que te he enseñado hace falta vivir realidades mucho peores —le explicó y entonces, para sorpresa de Ayame, le colocó la mano en la cabeza y revolvió sus empapados cabellos—. Daruu ha vivido en sus propias carnes algo similar —añadió, en una clara referencia a la escena con Naia, y Ayame apretó las mandíbulas.
—Lo sé... eso es lo que lo hacía aún peor... —confesó ella, con un hilo de voz. Porque durante la ilusión ella no estaba viendo solamente lo que estaba ocurriendo con Akame y Eri, su cabeza estaba yendo aún más allá, imaginando algo que sí había ocurrido de verdad.
—Si hubieras estado despierta y te hubieses bloqueado, no hubieras podido hacer nada. Pero si consigues hacerte más fuerte... quizás puedas salvar una situación similar en el futuro.
«Quise hacerlo, pero no me dejasteis.» Respondió en su fuero interno, apartando la mirada para que aquella frase no llegara a los ojos aguamarina de su padre. Además, había algo que ninguno de ellos sabía. Había algo que guardaba celosamente y no pensaba dar ninguna pista al respecto hasta que encontrara el momento idóneo.
—Parece imposible, pero puedes hacerte resistente —continuó él, y Ayame torció el gesto, no demasiado convencida. ¿De verdad alguien podía acostumbrarse a unas imágenes así?—. Algún día esta frustración será un combustible para saltar y salvar a alguien. O acabar con un enemigo antes que él acabe contigo. Suelta todas las que tienes y levanta la mirada orgullosa. Hoy has hecho progresos. Estoy orgulloso.
Ayame alzó la mirada hacia él. Seguía llorosa y temblorosa, pero se armó de valor, avanzó en un movimiento brusco y le abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su hombro.
—Gracias... por hacer esto por mí. —Después de la tortura que acababa de vivir, aquellas palabras sonaron realmente extrañas en sus labios, pero dentro de ella lo sentía de verdad.
Si hubiese sido más fuerte antes no habría caído ante las provocaciones de Uchiha Datsue, no habría perdido el control tantas veces, no habría puesto en peligro tantas y tantas vidas, ni habría roto la estabilidad del Pacto entre las tres aldeas... Era algo que no iba a perdonarse nunca, por muchos chalecos y placas plateadas que perdiera. No había manera de volver atrás en el tiempo, pero al menos se aseguraría de no seguir metiendo la pata de aquella manera tan torpe.
Se separó de Zetsuo y le dirigió una temblorosa sonrisa.
—Debo confesarte algo. No eres el único que me ha estado entrenando —dijo, entrelazando las manos en el sello del pájaro. Desde su propia espalda surgieron de repente dos fuentes de agua que agitaron sus cabellos oscuros, condensándose y agrupándose rápidamente, formando dos alas que se agitaron brevemente en el aire. Los pies de la kunoichi perdieron el contacto con el suelo, pero se quedó allí, simplemente flotando a escasos centímetros de la plataforma—. Su nombre empieza por K y termina por I. Y no, no es Kōri —rio.
—Para recrear una mentira como la que te he enseñado hace falta vivir realidades mucho peores —le explicó y entonces, para sorpresa de Ayame, le colocó la mano en la cabeza y revolvió sus empapados cabellos—. Daruu ha vivido en sus propias carnes algo similar —añadió, en una clara referencia a la escena con Naia, y Ayame apretó las mandíbulas.
—Lo sé... eso es lo que lo hacía aún peor... —confesó ella, con un hilo de voz. Porque durante la ilusión ella no estaba viendo solamente lo que estaba ocurriendo con Akame y Eri, su cabeza estaba yendo aún más allá, imaginando algo que sí había ocurrido de verdad.
—Si hubieras estado despierta y te hubieses bloqueado, no hubieras podido hacer nada. Pero si consigues hacerte más fuerte... quizás puedas salvar una situación similar en el futuro.
«Quise hacerlo, pero no me dejasteis.» Respondió en su fuero interno, apartando la mirada para que aquella frase no llegara a los ojos aguamarina de su padre. Además, había algo que ninguno de ellos sabía. Había algo que guardaba celosamente y no pensaba dar ninguna pista al respecto hasta que encontrara el momento idóneo.
—Parece imposible, pero puedes hacerte resistente —continuó él, y Ayame torció el gesto, no demasiado convencida. ¿De verdad alguien podía acostumbrarse a unas imágenes así?—. Algún día esta frustración será un combustible para saltar y salvar a alguien. O acabar con un enemigo antes que él acabe contigo. Suelta todas las que tienes y levanta la mirada orgullosa. Hoy has hecho progresos. Estoy orgulloso.
Ayame alzó la mirada hacia él. Seguía llorosa y temblorosa, pero se armó de valor, avanzó en un movimiento brusco y le abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su hombro.
—Gracias... por hacer esto por mí. —Después de la tortura que acababa de vivir, aquellas palabras sonaron realmente extrañas en sus labios, pero dentro de ella lo sentía de verdad.
Si hubiese sido más fuerte antes no habría caído ante las provocaciones de Uchiha Datsue, no habría perdido el control tantas veces, no habría puesto en peligro tantas y tantas vidas, ni habría roto la estabilidad del Pacto entre las tres aldeas... Era algo que no iba a perdonarse nunca, por muchos chalecos y placas plateadas que perdiera. No había manera de volver atrás en el tiempo, pero al menos se aseguraría de no seguir metiendo la pata de aquella manera tan torpe.
Se separó de Zetsuo y le dirigió una temblorosa sonrisa.
—Debo confesarte algo. No eres el único que me ha estado entrenando —dijo, entrelazando las manos en el sello del pájaro. Desde su propia espalda surgieron de repente dos fuentes de agua que agitaron sus cabellos oscuros, condensándose y agrupándose rápidamente, formando dos alas que se agitaron brevemente en el aire. Los pies de la kunoichi perdieron el contacto con el suelo, pero se quedó allí, simplemente flotando a escasos centímetros de la plataforma—. Su nombre empieza por K y termina por I. Y no, no es Kōri —rio.