28/09/2018, 13:27
A pesar de que la mujer aseguraba que sus gatos no le harían daño, Daruu se acercó con extremada prudencia, la espalda pegada a la pared y los ojos recorriendo uno a uno a cada felino. Finalmente se dejó arrastrar por el ladrillo hasta que cayó sentado, derrotado. Dio un largo suspiro. La anciana aseguró que aquellas esposas no eran normales. Es curioso, porque él no tenía ni idea de que estaban reforzadas por chakra. ¿Le estaba llamando tonto? ¿O acaso...?
—Oiga, ¿quién es usted? —cuestionó, con una ceja alzada—. No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.
»Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.
—Oiga, ¿quién es usted? —cuestionó, con una ceja alzada—. No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.
»Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.