28/09/2018, 15:24
—Oiga, ¿quién es usted? —cuestionó Daruu, evidentemente alarmado ante los conocimientos de la vagabunda.
—Oh, tan solo una mujer anciana sin un techo con el que cubrirse —respondió, con una enigmática sonrisa.
—No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.
En aquella ocasión, la anciana levantó una mano temblorosa y señaló las esposas con una de sus largas uñas.
—Son esposas de hielo. Dudo que tu sensei las haya sacado del congelado sin más, ¿no es así, muchacho? —volvió a reírse entre dientes—. ¡Pues claro que están hechas con chakra!
—Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.
La mujer seguía sonriendo, divertida ante el relato del muchacho. Desde luego, hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien, y aquel chico era realmente interesante.
—Oh, ya veo... —dijo, acariciando el pelaje del gato negro, que se había puesto a dormir sobre su regazo. Tras algunos segundos de silencio, dirigió de nuevo sus ojos dorados a Daruu y sus labios se ensancharon en una amplia sonrisa—. Quizás yo podría echarte un cable con esas... esposas. A no ser que prefieras quedarte esperando... ¿Quién sabe cuánto tiempo? Y más con este tiempo tan fresco y húmedo.
—Oh, tan solo una mujer anciana sin un techo con el que cubrirse —respondió, con una enigmática sonrisa.
—No todos los días se encuentra uno con una anciana de la calle que sabe reconocer unas esposas reforzadas con chakra, ni mucho menos capaz de deducir cómo funciona la técnica.
En aquella ocasión, la anciana levantó una mano temblorosa y señaló las esposas con una de sus largas uñas.
—Son esposas de hielo. Dudo que tu sensei las haya sacado del congelado sin más, ¿no es así, muchacho? —volvió a reírse entre dientes—. ¡Pues claro que están hechas con chakra!
—Bueno, de todas formas le cuento: decidí pedirle a mi maestro que me enseñara paciencia. Que necesitaba enfriarse. O bien se ha hecho el gracioso, o quiere que espere. Y aquí estoy, huyendo de las miradas de cualquier jounin que piense que me he fugado de un calabozo.
La mujer seguía sonriendo, divertida ante el relato del muchacho. Desde luego, hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien, y aquel chico era realmente interesante.
—Oh, ya veo... —dijo, acariciando el pelaje del gato negro, que se había puesto a dormir sobre su regazo. Tras algunos segundos de silencio, dirigió de nuevo sus ojos dorados a Daruu y sus labios se ensancharon en una amplia sonrisa—. Quizás yo podría echarte un cable con esas... esposas. A no ser que prefieras quedarte esperando... ¿Quién sabe cuánto tiempo? Y más con este tiempo tan fresco y húmedo.