28/09/2018, 15:40
(Última modificación: 28/09/2018, 15:41 por Aotsuki Ayame.)
La reacción que esperaba no tardó en hacerse presente. La sorpresa se dibujó en el imperturbable rostro de su padre y Ayame amplió aún más su sonrisa cuando le vio dar un paso atrás. ¡Había logrado impresionarle! Y eso era algo que no podía decirse todos los días.
—¡Eso significa que has estado destinando esfuerzos a este entrenamiento con otro distinto a mis espaldas!
—Bueno, yo prefiero decir que he repartido los esfuerzos para... avanzar más rápido —respondió ella, más seria que antes—. El tío me ha estado enseñando a utilizar mis habilidades como Hōzuki, es el único que puede hacerlo... Como tú eres el único que podía enseñarme a fortalecer mi voluntad... —terminó admitiendo, casi de mala gana.
Lo cierto era que a consecuencia de haber dividido de aquella manera su rendimiento, muchas veces había terminado mucho más cansada de lo recomendable. Y muchos de aquellos días de llegar tarde a sus entrenamientos o quedarse dormida sin querer o llegar a desmayarse se veían explicados por ello. Pero no se arrepentía de nada. Con tal de conseguir más poder y no depender del poder del bijuu, cualquier cosa sería válida. Incluso explotarse a sí misma hasta aquellos niveles.
—Maldita niña, siempre igual —bufó Zetsuo, aunque sus labios formularon una media sonrisa traicionera—. ¿De qué te iban a servir esas alas si no podías salir de la aldea? O es que acaso... ¿estabas planeando escaparte?
Sus ojos aguamarina la registraron sin piedad, y Ayame no hizo el amago de apartar la mirada en ningún momento. Sombría, aguantó el silencioso escrutinio. Si hubiera deseado escapar, ya lo habría hecho en una de aquellas ocasiones en las que la había dejado sola con sus pensamientos, como el día anterior sobre aquella misma plataforma. Habría sido tan fácil como simplemente haber desplegado las alas y volar hacia el bosque; pero era consciente de que no habría servido de nada. Sólo habría empeorado las cosas para ellas en el momento en el que, inequívocamente, la hubiesen atrapado de nuevo. La habrían encerrado de nuevo en su jaula, y quizás para siempre. No, esa técnica no había sido desarrollada para eso.
Convencido, Zetsuo terminó por suspirar y llevarse la mano a la frente.
—Bien. Ahora baja aquí y vámonos a casa, estoy terriblemente cansado.
Ayame obedeció y cuando las alas de agua se deshicieron y cayeron tras de sí como un nuevo charco de agua, la muchacha exhaló, fatigada.
—Hasta ahora, esta era la prioridad. Pero más te vale que entrenes bien duro con tu hermano y con ese... Hōzuki —continuó Zetsuo, y la última palabra prácticamente la escupió con desprecio—. Porque no soporto ver a ese Amedama paseándose por ahí con su placa de chuunin mientras tú sigues estancada bajo su sombra. ¿Entendido?
Ella agachó la cabeza, agarrándose el brazo contrario.
—Yo tampoco lo soporto... —admitió, con un hilo de voz. Cada vez que lo recordaba era un nuevo pinchazo en el pecho. Se había vuelto a quedar atrás por culpa de su estupidez, tanto Kaido como Daruu habían conseguido ascender al rango medio mientras ella se había visto obligada a contemplar sus espaldas como un objetivo inalcanzable.
—¡Eso significa que has estado destinando esfuerzos a este entrenamiento con otro distinto a mis espaldas!
—Bueno, yo prefiero decir que he repartido los esfuerzos para... avanzar más rápido —respondió ella, más seria que antes—. El tío me ha estado enseñando a utilizar mis habilidades como Hōzuki, es el único que puede hacerlo... Como tú eres el único que podía enseñarme a fortalecer mi voluntad... —terminó admitiendo, casi de mala gana.
Lo cierto era que a consecuencia de haber dividido de aquella manera su rendimiento, muchas veces había terminado mucho más cansada de lo recomendable. Y muchos de aquellos días de llegar tarde a sus entrenamientos o quedarse dormida sin querer o llegar a desmayarse se veían explicados por ello. Pero no se arrepentía de nada. Con tal de conseguir más poder y no depender del poder del bijuu, cualquier cosa sería válida. Incluso explotarse a sí misma hasta aquellos niveles.
—Maldita niña, siempre igual —bufó Zetsuo, aunque sus labios formularon una media sonrisa traicionera—. ¿De qué te iban a servir esas alas si no podías salir de la aldea? O es que acaso... ¿estabas planeando escaparte?
Sus ojos aguamarina la registraron sin piedad, y Ayame no hizo el amago de apartar la mirada en ningún momento. Sombría, aguantó el silencioso escrutinio. Si hubiera deseado escapar, ya lo habría hecho en una de aquellas ocasiones en las que la había dejado sola con sus pensamientos, como el día anterior sobre aquella misma plataforma. Habría sido tan fácil como simplemente haber desplegado las alas y volar hacia el bosque; pero era consciente de que no habría servido de nada. Sólo habría empeorado las cosas para ellas en el momento en el que, inequívocamente, la hubiesen atrapado de nuevo. La habrían encerrado de nuevo en su jaula, y quizás para siempre. No, esa técnica no había sido desarrollada para eso.
Convencido, Zetsuo terminó por suspirar y llevarse la mano a la frente.
—Bien. Ahora baja aquí y vámonos a casa, estoy terriblemente cansado.
Ayame obedeció y cuando las alas de agua se deshicieron y cayeron tras de sí como un nuevo charco de agua, la muchacha exhaló, fatigada.
—Hasta ahora, esta era la prioridad. Pero más te vale que entrenes bien duro con tu hermano y con ese... Hōzuki —continuó Zetsuo, y la última palabra prácticamente la escupió con desprecio—. Porque no soporto ver a ese Amedama paseándose por ahí con su placa de chuunin mientras tú sigues estancada bajo su sombra. ¿Entendido?
Ella agachó la cabeza, agarrándose el brazo contrario.
—Yo tampoco lo soporto... —admitió, con un hilo de voz. Cada vez que lo recordaba era un nuevo pinchazo en el pecho. Se había vuelto a quedar atrás por culpa de su estupidez, tanto Kaido como Daruu habían conseguido ascender al rango medio mientras ella se había visto obligada a contemplar sus espaldas como un objetivo inalcanzable.