3/10/2018, 02:24
Viento Gris, Invierno 218
Tanzaku Gai, una de las granes ciudades, reconocida por su fama con juegos de azar y aquellos lugares en los cuales mujeres de buen porte y aspecto servían de acompañantes a personas adineradas, no era la primera vez que estaba ahí y como era costumbre por reglas de mi padre vestía, sobre mi ropa habitual, una gran capa de viaje azul que cubría todo mi cuerpo, entre el martirio de que debía acostumbrarme a cargar con ese tipo de prendas y el hecho en que pudiesen confundirme con una dama de compañía no pude rechistar. Igualmente por los últimos antecedentes mundiales era mejor actuar con precaución, por lo que no tenía la placa metálica que me idenficaba como ninja.
Nuevamente me encontraba acompañando a mi papá en busca de algunos especímenes de la botánica y demás, siempre buscando un artículo, algo nuevo por saber o utilizar para sus prácticas; y yo... Bueno yo tenía que aprovechar estos viajes para hacerme con objetos de interés personal que pudiera considerar interesantes. Como era costumbre ya me había separado de él para desviarme hacia las calles de la zona comercial que ofrecía accesorios de vestir un tanto inusuales, quizá lograse encontrar unos pendientes de calavera, los que tenía ya estaban repetidos, una pulsera, o tobillera o un anillo... ¿Era mucho pedir correr con un poco de suerte?
Tras dar unas cuantas vueltas por la zona y no encontrar absolutamente nada que llamase mi atención, seguí caminando sin rumbo alguno, curioseando mejor dicho. Ante mi mirada se manifestó un muchacho de baja estatura que se acercaba a las vitrinas y las observaba como sí estuviese viendo dulces en una vidriera, iba de una a otro con cierto afán, demostrando que tenía cierta inmadurez o infantilismo en sus acciones, le seguí un par de minutos por puro ocio, hasta que se adentró en un local de comida.
«Hasta aquí llegó mi aventura de observadora»
Tanzaku Gai, una de las granes ciudades, reconocida por su fama con juegos de azar y aquellos lugares en los cuales mujeres de buen porte y aspecto servían de acompañantes a personas adineradas, no era la primera vez que estaba ahí y como era costumbre por reglas de mi padre vestía, sobre mi ropa habitual, una gran capa de viaje azul que cubría todo mi cuerpo, entre el martirio de que debía acostumbrarme a cargar con ese tipo de prendas y el hecho en que pudiesen confundirme con una dama de compañía no pude rechistar. Igualmente por los últimos antecedentes mundiales era mejor actuar con precaución, por lo que no tenía la placa metálica que me idenficaba como ninja.
Nuevamente me encontraba acompañando a mi papá en busca de algunos especímenes de la botánica y demás, siempre buscando un artículo, algo nuevo por saber o utilizar para sus prácticas; y yo... Bueno yo tenía que aprovechar estos viajes para hacerme con objetos de interés personal que pudiera considerar interesantes. Como era costumbre ya me había separado de él para desviarme hacia las calles de la zona comercial que ofrecía accesorios de vestir un tanto inusuales, quizá lograse encontrar unos pendientes de calavera, los que tenía ya estaban repetidos, una pulsera, o tobillera o un anillo... ¿Era mucho pedir correr con un poco de suerte?
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