Geki había comenzado su camino ninja, ya era un gennin con todas las letras, pero aún no había encontrado un maestro quien pudiera canalizar sus fuerzas para explotar su rendimiento. En la aldea, le habían comentado de un lugar donde podría entrenar, se llamaba la torre de meditación, pero había un problema, la torre quedaba fuera del país y con un panorama internacional tan delicado quizá no era la mejor ocasión para aventurarse tanto.
Pero dejando sus miedos atrás y en busca de mejorar como shinobi, armó una mochila con pocas provisiones y se embarcó en su nueva aventura en busca de mayor sabiduría.
Recorrió todo el camino a pié, sin prisa pero sin pausa solo se detenía a tener pequeñas meriendas y en el árbol sagrado donde le dedicó una pequeña plegaria.
–Ya estoy cerca. Aseguró Geki mientras ojeaba el mapa con el que cargaba encima, luego lo doblo debidamente y lo volvió a esconder dentro de sus ropajes.
Al ir acercándose a la inmensa torre de madera sentía como que el mundo se iba haciendo mudo, sus oídos iban ignorando todos los sonidos hasta concentrarse en el de sus pisadas Tac Tac Tac sonaba el golpe contra el suelo.
Llegó y puso su mano en la madera, como si quisiera hacerle saber de qué estaba ahí
*Supongo que tendré que tomar un leve descanso antes de empezar con mi meditación. Reflexionó. Pero inmediatamente el grito de un águila quebró el silencio. El genin observo hacia arriba intentando capturarla con la retina de sus ojos, pero el fuerte sol que brillaba solo le permitió ver una forma amorfa negra en el cielo. Tuvo que realizarse una visera con su mano y acostumbrar unos segundos sus ojos a la luz tan directa par al fin, poder darle forma al águila, pero eso no fue todo, dirigió también su vista hasta intentar ver la punta de la torre y notó que algo se movía entre las maderas, algún buda o guardián del lugar sagrado quizá, fuere lo que fuere, sintió la necesidad de anunciarse para no tomarlo por sorpresa
–BUEEEENNNDÍÍÍÍAAA. Gritó con toda la fuerza que le salió de los pulmones que ni siquiera pudo separar las palabras.
Pero dejando sus miedos atrás y en busca de mejorar como shinobi, armó una mochila con pocas provisiones y se embarcó en su nueva aventura en busca de mayor sabiduría.
Recorrió todo el camino a pié, sin prisa pero sin pausa solo se detenía a tener pequeñas meriendas y en el árbol sagrado donde le dedicó una pequeña plegaria.
–Ya estoy cerca. Aseguró Geki mientras ojeaba el mapa con el que cargaba encima, luego lo doblo debidamente y lo volvió a esconder dentro de sus ropajes.
Al ir acercándose a la inmensa torre de madera sentía como que el mundo se iba haciendo mudo, sus oídos iban ignorando todos los sonidos hasta concentrarse en el de sus pisadas Tac Tac Tac sonaba el golpe contra el suelo.
Llegó y puso su mano en la madera, como si quisiera hacerle saber de qué estaba ahí
*Supongo que tendré que tomar un leve descanso antes de empezar con mi meditación. Reflexionó. Pero inmediatamente el grito de un águila quebró el silencio. El genin observo hacia arriba intentando capturarla con la retina de sus ojos, pero el fuerte sol que brillaba solo le permitió ver una forma amorfa negra en el cielo. Tuvo que realizarse una visera con su mano y acostumbrar unos segundos sus ojos a la luz tan directa par al fin, poder darle forma al águila, pero eso no fue todo, dirigió también su vista hasta intentar ver la punta de la torre y notó que algo se movía entre las maderas, algún buda o guardián del lugar sagrado quizá, fuere lo que fuere, sintió la necesidad de anunciarse para no tomarlo por sorpresa
–BUEEEENNNDÍÍÍÍAAA. Gritó con toda la fuerza que le salió de los pulmones que ni siquiera pudo separar las palabras.