5/10/2018, 19:32
«¿Debería asesinarlas? No, llamaría demasiado la atención, soy un ninja extranjero, esto podría salir rematadamente mal... Entonces, ¿qué? Si nos descubren aquí probablemente nos ataquen para silenciarnos, incluso cuando parecían muy cautas antes, junto al puesto de Yemi-san. Sea como sea, no puedo permitir que informen al Trucho Torcido de que hemos descubierto esta caleta, sólo nos traería más problemas...»
Akame se debatía en un rápido razonamiento mental en busca del curso de acción más óptimo mientras, parapetado tras la esquina del edicio de grandes ventanales tapiados, observaba a las dos sicarias acercarse calle arriba.
«No tengo alternativa...»
Y con un rápido paso, dobló la esquina y desapareció en dirección a las dos brutas.
Reika, por su parte, no había tomado posiciones ni precaución alguna pese al aviso del Uchiha. Y sería todavía más preocupante cuando escuchara unos pasos a su espalda antes de sentir un fuerte golpe que la tiraría de boca contra el suelo.
—¿¡Y tú qué demonios haces aquí!?
Si se incorporaba, vería a una tercera mujer de rostro curtido, estatura media y gran anchura de hombros. Parecía tener una complexión trabajada por el esfuerzo físico y cara de pocos amigos, una imagen muy parecida a la de las otras dos. Por alguna razón, el jōnin de Uzu no la había visto llegar, o no le había informado de ello. ¿Tal vez simplemente había rodeado el edificio?
Sea como fuere, Reika tenía ahora junto a ella, tirado en el suelo, al inconsciente Karamaru. Y de frente, con un garrote de madera que la sicaria había usado para golpearla en la espalda, a aquella tipeja.
—Habla, maldita, o te juro que te abro la cabeza —amenzó, acercándose, garrote en ristre.
Akame se debatía en un rápido razonamiento mental en busca del curso de acción más óptimo mientras, parapetado tras la esquina del edicio de grandes ventanales tapiados, observaba a las dos sicarias acercarse calle arriba.
«No tengo alternativa...»
Y con un rápido paso, dobló la esquina y desapareció en dirección a las dos brutas.
Reika, por su parte, no había tomado posiciones ni precaución alguna pese al aviso del Uchiha. Y sería todavía más preocupante cuando escuchara unos pasos a su espalda antes de sentir un fuerte golpe que la tiraría de boca contra el suelo.
—¿¡Y tú qué demonios haces aquí!?
Si se incorporaba, vería a una tercera mujer de rostro curtido, estatura media y gran anchura de hombros. Parecía tener una complexión trabajada por el esfuerzo físico y cara de pocos amigos, una imagen muy parecida a la de las otras dos. Por alguna razón, el jōnin de Uzu no la había visto llegar, o no le había informado de ello. ¿Tal vez simplemente había rodeado el edificio?
Sea como fuere, Reika tenía ahora junto a ella, tirado en el suelo, al inconsciente Karamaru. Y de frente, con un garrote de madera que la sicaria había usado para golpearla en la espalda, a aquella tipeja.
—Habla, maldita, o te juro que te abro la cabeza —amenzó, acercándose, garrote en ristre.