Caía el sol en Kusagakure, el crepúsculo pintaba de anaranjado el cielo y el frío se hacía un poco más intenso, pero no tanto, permitía todavía deambular por las calles sin un abrigo grueso. Geki se encontraba en una pequeña plaza, después de un recorrido por la aldea. Estaba acompañado solamente por los grillos que empezaban su canto y algunos pájaros que dejaban en evidencia su presencia cuando aleteaban entre los árboles para despegar o detenerse.
Una persona llegó al lugar y lo saludo haciéndole un gesto con la cabeza, Geki respondió con la mano. Llevaba con sigo una lámpara y un palo, aproximadamente de un metro. Estaba vestido de verde y con detalles en marrón. Iba viajando de farol en farol, encendiéndolos, utilizando el palo para transportar el fuego de su lámpara a las que estaban en la calle.
Geki se desperezó en su asiento, al parecer, otro día había terminado, pero no se quería ir, los ruidos de los insectos eran muy agradables, y aunque el banco no era lo más cómodo del mundo estaba pasando un momento confortable.
Pausadamente empezó a recordar sus pendientes para mañana, la comida en su casa escaseaba y debería de ir por provisiones en cuanto pudiera, la cocina era un desastre, un intento fallido de fideos había dejado una escena del crimen de un piso lleno de sopa, que frustradamente había intentado sacar varias veces en el día.
–Uff cómo extraño mi madre. Se dijo entre un llanto fingido y una sonrrisa. Miró hacia arriba, la luna, que no estaba del todo llena, brillaba intensamente y descansaba en un cielo lleno de estrellas.
Una persona llegó al lugar y lo saludo haciéndole un gesto con la cabeza, Geki respondió con la mano. Llevaba con sigo una lámpara y un palo, aproximadamente de un metro. Estaba vestido de verde y con detalles en marrón. Iba viajando de farol en farol, encendiéndolos, utilizando el palo para transportar el fuego de su lámpara a las que estaban en la calle.
Geki se desperezó en su asiento, al parecer, otro día había terminado, pero no se quería ir, los ruidos de los insectos eran muy agradables, y aunque el banco no era lo más cómodo del mundo estaba pasando un momento confortable.
Pausadamente empezó a recordar sus pendientes para mañana, la comida en su casa escaseaba y debería de ir por provisiones en cuanto pudiera, la cocina era un desastre, un intento fallido de fideos había dejado una escena del crimen de un piso lleno de sopa, que frustradamente había intentado sacar varias veces en el día.
–Uff cómo extraño mi madre. Se dijo entre un llanto fingido y una sonrrisa. Miró hacia arriba, la luna, que no estaba del todo llena, brillaba intensamente y descansaba en un cielo lleno de estrellas.