8/10/2018, 17:38
Tal y como le había indicado, Daruu la estaba esperando sentado en el sofá del comedor. Sin embargo, había algo extraño en él, se reía por lo bajo aunque sin tratar de disimularlo, y cuando Ayame se asomó por la puerta, el muchacho le enseñó lo que tenía entre manos y que debía causarle tanta gracia.
Y la muchacha enrojeció hasta las orejas.
—¡Qué mona que estás aquí! —exclamó, aún entre risas.
Se trataba del marco de una foto. Una foto en la que salía ella y su hermano, muchos años atrás, cuando ambos eran apenas unos críos. Ella, con el pelo bastante más corto que como lo llevaba ahora, sujeta del brazo de su hermano reía con toda la alegría del mundo mientras que él parecía estar intentando simular una mueca similar a una sonrisa, sin conseguirlo.
—¡Tenías que estar esperándome, no cotilleando! —exclamó, acercándose a grandes zancadas y arrancándole la foto de las manos. Sin embargo, su rostro se suavizó cuando miró una vez más la fotografía antes de dejarla en la mesita donde había estado y una extraña sensación anidó en su pecho. La tenía allí todos los días, y aún había llegado un momento que casi no se acordaba de aquella foto, ahora tan lejana en el tiempo. Qué tiempos aquellos cuando no tenía más preocupaciones en la cabeza que cuándo terminaría Kōri sus entrenamientos para jugar con él... Sacudió la cabeza y se volvió hacia Daruu con los brazos cruzados y los mofletes hinchados—. ¡Bueno, vámonos, pelopincho! ¡Ya le preguntaré a Kiroe-san dónde tiene escondidas tus fotos para poder reírme a gusto!
Y la muchacha enrojeció hasta las orejas.
—¡Qué mona que estás aquí! —exclamó, aún entre risas.
Se trataba del marco de una foto. Una foto en la que salía ella y su hermano, muchos años atrás, cuando ambos eran apenas unos críos. Ella, con el pelo bastante más corto que como lo llevaba ahora, sujeta del brazo de su hermano reía con toda la alegría del mundo mientras que él parecía estar intentando simular una mueca similar a una sonrisa, sin conseguirlo.
—¡Tenías que estar esperándome, no cotilleando! —exclamó, acercándose a grandes zancadas y arrancándole la foto de las manos. Sin embargo, su rostro se suavizó cuando miró una vez más la fotografía antes de dejarla en la mesita donde había estado y una extraña sensación anidó en su pecho. La tenía allí todos los días, y aún había llegado un momento que casi no se acordaba de aquella foto, ahora tan lejana en el tiempo. Qué tiempos aquellos cuando no tenía más preocupaciones en la cabeza que cuándo terminaría Kōri sus entrenamientos para jugar con él... Sacudió la cabeza y se volvió hacia Daruu con los brazos cruzados y los mofletes hinchados—. ¡Bueno, vámonos, pelopincho! ¡Ya le preguntaré a Kiroe-san dónde tiene escondidas tus fotos para poder reírme a gusto!