8/10/2018, 20:41
Sin embargo, y pese a la incomodidad de seguir esposado, el chuunin guardaba más de un as bajo la manga. Y estaba más que dispuesto a emplearlos.
Antes del fatal desenlace de su accidentada caída, Daruu giró sobre sí mismo hasta que recuperó la posición natural de su cuerpo. Desde la suela de sus botas, un súbito estallido de agua le propulsó hasta el tejadillo más cercano, y el muchacho pudo aterrizar y recuperar el equilibrio sin mayores complicaciones. Desde allí podría comprobar que se encontraba en el edificio de la última línea que daba al Gran Distrito Comercial.
Dadas las horas que eran, una autentica multitud se aglomeraba en la avenida. Como pequeñas hormigas en movimiento, muy pocas eran las personas que se quedaban estáticas en un mismo punto durante más de un par de minutos. Todos iban de aquí para allá, realizando sus rutinarias compras sin parecer importunados por la inclemente lluvia que no dejaba de caer sobre sus paraguas y sombreros. Allí había todo tipo de establecimientos, desde una humilde panadería hasta la más ostentosa de las joyerías; desde los humildes puestos de comida ambulante hasta el más caprichoso y lujoso de los restaurantes con exquisiteces sólo encontradas al otro lado de Onindo.
Tan sólo quedaba saber hacia dónde se dirigiría Daruu en su búsqueda.
Antes del fatal desenlace de su accidentada caída, Daruu giró sobre sí mismo hasta que recuperó la posición natural de su cuerpo. Desde la suela de sus botas, un súbito estallido de agua le propulsó hasta el tejadillo más cercano, y el muchacho pudo aterrizar y recuperar el equilibrio sin mayores complicaciones. Desde allí podría comprobar que se encontraba en el edificio de la última línea que daba al Gran Distrito Comercial.
Dadas las horas que eran, una autentica multitud se aglomeraba en la avenida. Como pequeñas hormigas en movimiento, muy pocas eran las personas que se quedaban estáticas en un mismo punto durante más de un par de minutos. Todos iban de aquí para allá, realizando sus rutinarias compras sin parecer importunados por la inclemente lluvia que no dejaba de caer sobre sus paraguas y sombreros. Allí había todo tipo de establecimientos, desde una humilde panadería hasta la más ostentosa de las joyerías; desde los humildes puestos de comida ambulante hasta el más caprichoso y lujoso de los restaurantes con exquisiteces sólo encontradas al otro lado de Onindo.
Tan sólo quedaba saber hacia dónde se dirigiría Daruu en su búsqueda.