10/10/2018, 05:16
La chica soltó una parloteadera monumental, a la cuál si bien el Yotsuki tenía mil y un argumentos con los cuales rebatirle y tumbarle todas sus alegatas por el piso, prefirió entrar nuevamente al local para no hacer perder el tiempo al trabajador. "Era rara, primero se pone nerviosa y luego enojada. Huh, quizás es que le había bajado la regla." Río solo para sí, pensando en las posibilidades.
Adentro se encontraba ya el camarero con el plato en mano, quién parecía nervioso mientras miraba de un lado a otro, probablemente buscando al genin de la lluvia.
—Oeh, ando por aquí— Alzó la mano para hacerse más notorio.
—¡Oh-hho! ¡A-ahí está!— Parecía aliviado al verle. —Aquí está su orden— le mostró el plato que estaba en su charola.
—¿No pensaste que iba a irme o sí?— Sonrío confiado mientras el mesero parecía sorprendido. —No amigo, no te preocupes, que no te lo van a descontar de tu salario. Ahora, sí me lo permites, iré a degustar esto—. Le dijo casi arrebatándole el plato de comida.
Aquello parecía alguna especie de carne sazonada con hierbas, acompañada con una ensalada de guarnición. Al niño se le hacía agua la boca, mientras tomaba asiento en una de las mesas que se había desocupado en el tiempo que discutió con la muchacha de los adornos de calavera.
Mientras tanto a las afueras del restaurante, no muy lejos de ahí, había un muchacho rubio de cabellos largos y lacios repartiendo volantes, aunque alguien que fuese perspicaz notaría que parecía ser selectivo respecto a quién le entregaba su propaganda. Incluso estaba ataviado con un elegante traje blanco, con corbata incluida. No lo dudó dos veces, siendo que el joven se giró rápidamente hacia Mei, dándole un vistazo rápido antes de acercarse a ella para extenderle uno de sus volantes.
—Hola linda, ¿te gustaría pasar a disfrutar un buen rato en el mejor salón de apuestas de la ciudad?— Dijo amigablemente mientras le ofrecía el respectivo escrito. —Hoy tenderemos un evento especial para todos los que se queden en la noche.
Adentro se encontraba ya el camarero con el plato en mano, quién parecía nervioso mientras miraba de un lado a otro, probablemente buscando al genin de la lluvia.
—Oeh, ando por aquí— Alzó la mano para hacerse más notorio.
—¡Oh-hho! ¡A-ahí está!— Parecía aliviado al verle. —Aquí está su orden— le mostró el plato que estaba en su charola.
—¿No pensaste que iba a irme o sí?— Sonrío confiado mientras el mesero parecía sorprendido. —No amigo, no te preocupes, que no te lo van a descontar de tu salario. Ahora, sí me lo permites, iré a degustar esto—. Le dijo casi arrebatándole el plato de comida.
Aquello parecía alguna especie de carne sazonada con hierbas, acompañada con una ensalada de guarnición. Al niño se le hacía agua la boca, mientras tomaba asiento en una de las mesas que se había desocupado en el tiempo que discutió con la muchacha de los adornos de calavera.
Mientras tanto a las afueras del restaurante, no muy lejos de ahí, había un muchacho rubio de cabellos largos y lacios repartiendo volantes, aunque alguien que fuese perspicaz notaría que parecía ser selectivo respecto a quién le entregaba su propaganda. Incluso estaba ataviado con un elegante traje blanco, con corbata incluida. No lo dudó dos veces, siendo que el joven se giró rápidamente hacia Mei, dándole un vistazo rápido antes de acercarse a ella para extenderle uno de sus volantes.
—Hola linda, ¿te gustaría pasar a disfrutar un buen rato en el mejor salón de apuestas de la ciudad?— Dijo amigablemente mientras le ofrecía el respectivo escrito. —Hoy tenderemos un evento especial para todos los que se queden en la noche.