16/10/2018, 15:55
—Bah —profirió Zetsuo, cambiando el peso del cuerpo de un codo a otro y clavando la vista en la pared—. Bah —repitió, y entonces sus ojos aguamarina se clavaron en los de Ayame, que se sobresaltó ligeramente. Aunque era como si no la estuviera mirando directamente a ella, sino a su través. La muchacha no pudo evitar preguntarse qué razones podría tener Zetsuo para intentar leerle la mente en aquel instante, pero enseguida se dio cuenta de que no era eso lo que estaba haciendo—: Si es que sigo pensando que ha sido muy temerario y una muy puta mala idea hacer lo que hemos hecho, pero me insistió ochenta mil veces y al final, fíjate. Rebajado a esto. Joder. Qué pesada, coño.
«Osea, que él también ha estado involucrado.» Ayame ladeó la cabeza ligeramente, alzando una ceja.
—Chikatsu Saisei no Jutsu —recitó, al fin, antes de comenzar la explicación—: Una técnica de regeneración corporal médica extremadamente avanzada. Estuvimos toda una puta semana realizándola para que esa idiota pudiera recuperar los ojos. Imprudente. ¡Imprudente! Podría haberse quedado peor de lo que estaba —bramó—. El porcentaje de éxito con un órgano tan complejo como los ojos, y no uno, si no los dos, era inferior al cinco por ciento. Pero insistió. E insistió, e insistió. También quiso ocultártelo por algún puto motivo inexplicable.
—¡Para no preocuparla, que sé cómo se pone! —intervino la juguetona voz de Kiroe de repente, antes de que la anodada Ayame pudiera articular palabra. La pastelera dejó otro plato rebosante de bollitos en el centro de la mesa y Zetsuo gruñó por lo bajo—. Comparte con tu hermana, ¿eh, Kori-kun?
Él se limitó a asentir como única respuesta.
—Oye, Ayame... —añadió la mujer, dirigiéndose hacia ella directamente—. Gracias. Si no hubiera sido por ti, hubiera perdido toda la esperanza de volver a refundar esto. Si no me hubieras enseñado a ecolocalizar...
Y entonces la abrazó. Y no fue un abrazo divertido y alegre como el anterior, fue abrazo cálido, agradecido. Ayame, con un pesado nudo en la garganta, se dejó rodear por los brazos de la mujer y terminó correspondiendo al abrazo.
—N... no tienes que darme las gracias, era lo que menos podía hacer.
Pero lo cierto era que, aunque no muchas personas fueran conscientes de ello, Ayame le había regalado algo verdaderamente preciado para ella: Una técnica de voz. Una de aquellas técnicas de las que tan orgullosa se sentía. Era probable que no lo hubiera hecho si se hubiera tratado de otra persona, pero aquella mujer, Amedama Kiroe, era lo más cercano a una madre que tenía. Y habría dado cualquier cosa por mejorar su calidad de vida después de un acto tan heroico como donar sus propios ojos a su hijo. ¡Si por ella hubiera sido, si la hubieran dejado hacerlo, ya habría ido a recuperar los ojos perdidos de Daruu y así Kiroe no habría tenido que hacer lo que hizo!
—¡Pero no tenías por qué exponerte a un riesgo así! ¿Y si... y si no hubiera salido bien? —se mordió el labio inferior, negándose a pensar siquiera en aquella posibilidad.
¿Qué habría pasado si no hubiera salido bien? ¿Qué habría pasado si, tal y como había afirmado su padre, hubiera quedado peor de lo que estaba? O, peor aún... ¿y si no hubiera sobrevivido a la técnica? ¿Qué habría sido de Daruu?
Y, hablando de Daruu:
—¿Y Daruu-kun sabía esto?
«Osea, que él también ha estado involucrado.» Ayame ladeó la cabeza ligeramente, alzando una ceja.
—Chikatsu Saisei no Jutsu —recitó, al fin, antes de comenzar la explicación—: Una técnica de regeneración corporal médica extremadamente avanzada. Estuvimos toda una puta semana realizándola para que esa idiota pudiera recuperar los ojos. Imprudente. ¡Imprudente! Podría haberse quedado peor de lo que estaba —bramó—. El porcentaje de éxito con un órgano tan complejo como los ojos, y no uno, si no los dos, era inferior al cinco por ciento. Pero insistió. E insistió, e insistió. También quiso ocultártelo por algún puto motivo inexplicable.
—¡Para no preocuparla, que sé cómo se pone! —intervino la juguetona voz de Kiroe de repente, antes de que la anodada Ayame pudiera articular palabra. La pastelera dejó otro plato rebosante de bollitos en el centro de la mesa y Zetsuo gruñó por lo bajo—. Comparte con tu hermana, ¿eh, Kori-kun?
Él se limitó a asentir como única respuesta.
—Oye, Ayame... —añadió la mujer, dirigiéndose hacia ella directamente—. Gracias. Si no hubiera sido por ti, hubiera perdido toda la esperanza de volver a refundar esto. Si no me hubieras enseñado a ecolocalizar...
Y entonces la abrazó. Y no fue un abrazo divertido y alegre como el anterior, fue abrazo cálido, agradecido. Ayame, con un pesado nudo en la garganta, se dejó rodear por los brazos de la mujer y terminó correspondiendo al abrazo.
—N... no tienes que darme las gracias, era lo que menos podía hacer.
Pero lo cierto era que, aunque no muchas personas fueran conscientes de ello, Ayame le había regalado algo verdaderamente preciado para ella: Una técnica de voz. Una de aquellas técnicas de las que tan orgullosa se sentía. Era probable que no lo hubiera hecho si se hubiera tratado de otra persona, pero aquella mujer, Amedama Kiroe, era lo más cercano a una madre que tenía. Y habría dado cualquier cosa por mejorar su calidad de vida después de un acto tan heroico como donar sus propios ojos a su hijo. ¡Si por ella hubiera sido, si la hubieran dejado hacerlo, ya habría ido a recuperar los ojos perdidos de Daruu y así Kiroe no habría tenido que hacer lo que hizo!
—¡Pero no tenías por qué exponerte a un riesgo así! ¿Y si... y si no hubiera salido bien? —se mordió el labio inferior, negándose a pensar siquiera en aquella posibilidad.
¿Qué habría pasado si no hubiera salido bien? ¿Qué habría pasado si, tal y como había afirmado su padre, hubiera quedado peor de lo que estaba? O, peor aún... ¿y si no hubiera sobrevivido a la técnica? ¿Qué habría sido de Daruu?
Y, hablando de Daruu:
—¿Y Daruu-kun sabía esto?