20/10/2018, 23:07
Daruu era un chico inteligente y que sabía utilizar la labia en los momentos más indicados para ello. Y no dudó en demostrarlo en aquel preciso instante.
El pescadero pareció dudar al principio, pero en cuanto escuchó el nombre de Aotsuki Kōri, El Hielo de Amegakure, sus labios se tensaron en una fina línea. Era obvio que conocía el nombre de aquel Jōnin. Realmente era muy difícil no percatarse de su presencia, todo blanco y frío. Y su desobedecer la orden de un Chūnin no era una opción, la de un ninja de alto rango lo era mucho menos. No si quería seguir manteniendo su vida y su negocio intactos. Pasaron los segundos lentamente mientras los ojos oscuros del hombre recorrían a Daruu de arriba a abajo. De su rostro a sus pies, de sus esposas a su bandana y de ahí a su placa como ninja de rango medio...
Y al final terminó por lanzar la gato con cierta brusquedad, pero sin llegar a lastimarlo. Yuki, con una agilidad felina, se volteó en el aire y terminó por aterrizar sobre sus cuatro patas y con las sardinas intactas entre sus fauces.
—¡Muy bien! ¡MUY BIEN! —gritó el pescadero—. ¡Llévate a esa alimaña de aquí! ¡Hazte una bufanda con él si quieres! ¡Pero como vuelva a verle por aquí te juro que le destriparé como a una dorada!
Y se marchó, sus pasos retumbando entre los adoquines, de vuelta al interior de su tienda.
El felino volteó la cabeza hacia Daruu, con sus ojos destellando con cierta prudencia.
—¿Po'qué? —preguntó, como buenamente pudo con aquellos peces entre los colmillos.
El pescadero pareció dudar al principio, pero en cuanto escuchó el nombre de Aotsuki Kōri, El Hielo de Amegakure, sus labios se tensaron en una fina línea. Era obvio que conocía el nombre de aquel Jōnin. Realmente era muy difícil no percatarse de su presencia, todo blanco y frío. Y su desobedecer la orden de un Chūnin no era una opción, la de un ninja de alto rango lo era mucho menos. No si quería seguir manteniendo su vida y su negocio intactos. Pasaron los segundos lentamente mientras los ojos oscuros del hombre recorrían a Daruu de arriba a abajo. De su rostro a sus pies, de sus esposas a su bandana y de ahí a su placa como ninja de rango medio...
Y al final terminó por lanzar la gato con cierta brusquedad, pero sin llegar a lastimarlo. Yuki, con una agilidad felina, se volteó en el aire y terminó por aterrizar sobre sus cuatro patas y con las sardinas intactas entre sus fauces.
—¡Muy bien! ¡MUY BIEN! —gritó el pescadero—. ¡Llévate a esa alimaña de aquí! ¡Hazte una bufanda con él si quieres! ¡Pero como vuelva a verle por aquí te juro que le destriparé como a una dorada!
Y se marchó, sus pasos retumbando entre los adoquines, de vuelta al interior de su tienda.
El felino volteó la cabeza hacia Daruu, con sus ojos destellando con cierta prudencia.
—¿Po'qué? —preguntó, como buenamente pudo con aquellos peces entre los colmillos.