20/10/2018, 23:20
(Última modificación: 20/10/2018, 23:32 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Ayame, la nariz, por favor... —dijo Daruu entonces, y ella se volvió hacia él, confundida.
—¿Eh? —preguntó, llevándose la mano a la nariz—. ¡Ah! ¡Oh! —Sus dedos toparon con los restos de la nata que se habían quedado allí pegados y, roja como un tomate, la muchacha se apresuró a limpiarse con la primera servilleta que encontró.
—Kori-sensei, hace un tiempo que no nos llamas para tomar partido en alguna misión. ¿Estamos de capa caída o qué?
El Jōnin, silencioso, quizás porque llevaba medio bollito en la boca, alzó sus gélidos ojos hacia el muchacho.
—Por cierto, Ayame, ya esta bien, ¿no? ¡A ver si te presentas ya al examen de chuunin! —añadió Daruu.
Un golpe certero y contundente en la boca del estómago. Daruu había metido el dedo de lleno en la llaga que más le dolía en aquellos instantes, y Ayame se encogió sobre sí misma con una mueca, como si de verdad lo hubiera sentido. Aún sentada, intercambio el peso de una pierna a otra. Rehuía las miradas de todos y sus temblorosas manos comenzaron a juguetear entre ellas, nerviosa.
—Eh... S... sí... ya... —masculló, elusiva.
Zetsuo frunció el ceño, con los ojos peligrosamente entrecerrados y clavados en la muchacha.
—Justo a eso estamos esperando —completó Kōri.
Y Ayame volvía a esquivar la mirada. Igual que esquivaba aquel tema cada vez que salía. No era la primera vez que se lo sugerían, pero la muchacha aún tenía clavado en el alma lo que había ocurrido en Uzushiogakure. Bien era consciente de que no le había ido mal en las dos primeras pruebas; que su fallo había sido, precisamente, perder el control sobre el Bijū y causar tal catástrofe en mitad de una aldea llena de civiles y gente inocente. Pero la sola idea de presentarse ante Yui, Amekoro Yui, la Arashikage; y proponerle que le diera otra oportunidad de ascenderla habiendo pasado sólo tres meses desde lo de Uzushiogakure... Sentía que no tenía el derecho a hacer algo así...
Y la llenaba de absoluto terror.
—¿Eh? —preguntó, llevándose la mano a la nariz—. ¡Ah! ¡Oh! —Sus dedos toparon con los restos de la nata que se habían quedado allí pegados y, roja como un tomate, la muchacha se apresuró a limpiarse con la primera servilleta que encontró.
—Kori-sensei, hace un tiempo que no nos llamas para tomar partido en alguna misión. ¿Estamos de capa caída o qué?
El Jōnin, silencioso, quizás porque llevaba medio bollito en la boca, alzó sus gélidos ojos hacia el muchacho.
—Por cierto, Ayame, ya esta bien, ¿no? ¡A ver si te presentas ya al examen de chuunin! —añadió Daruu.
Un golpe certero y contundente en la boca del estómago. Daruu había metido el dedo de lleno en la llaga que más le dolía en aquellos instantes, y Ayame se encogió sobre sí misma con una mueca, como si de verdad lo hubiera sentido. Aún sentada, intercambio el peso de una pierna a otra. Rehuía las miradas de todos y sus temblorosas manos comenzaron a juguetear entre ellas, nerviosa.
—Eh... S... sí... ya... —masculló, elusiva.
Zetsuo frunció el ceño, con los ojos peligrosamente entrecerrados y clavados en la muchacha.
—Justo a eso estamos esperando —completó Kōri.
Y Ayame volvía a esquivar la mirada. Igual que esquivaba aquel tema cada vez que salía. No era la primera vez que se lo sugerían, pero la muchacha aún tenía clavado en el alma lo que había ocurrido en Uzushiogakure. Bien era consciente de que no le había ido mal en las dos primeras pruebas; que su fallo había sido, precisamente, perder el control sobre el Bijū y causar tal catástrofe en mitad de una aldea llena de civiles y gente inocente. Pero la sola idea de presentarse ante Yui, Amekoro Yui, la Arashikage; y proponerle que le diera otra oportunidad de ascenderla habiendo pasado sólo tres meses desde lo de Uzushiogakure... Sentía que no tenía el derecho a hacer algo así...
Y la llenaba de absoluto terror.