26/10/2018, 11:17
Akame asintió; coincidía con las valoraciones de sus compañeros. Si querían tener alguna oportunidad de detener al monstruo antes de que aquella mercenaria de cabellos anaranjados diera con él, debían actuar rápido. Lo mismo parecía opinar el doctor, que al ver como la gente de Akachamura ya se había decidido a buscar los servicios de aquella tipa, se levantó súbitamente.
—Entonces no tenemos tiempo que perder —sentenció, sacando un par de billetes de cinco ryōs y dejándolos sobre la mesa. Ni siquiera terminó su bebida antes de apurar a los ninjas—. Vamos, vamos, les explicaré todo fuera.
Y con esas, Utoki Heiwamaru salió apresuradamente del Chiringo de la Cumbia, mientras una ídem muy bailonga sonaba de fondo. Akame miró a sus compañeros, se encogió de hombros, y salió tras el médico.
Una vez fuera, Heiwamaru se tomó un momento para intentar tranquilizarse. Era bastante evidente que la perspectiva de que los lugareños quisieran contratar a la pelirroja, y lo que ésta pudiera hacer, le alteraban muchísimo. Akame, por su parte, aguardó con paciencia a que el hombre se calmara.
—Bien... Bien... Todavía estamos a tiempo... Tenemos ventaja, tenemos... —balbuceaba el doctor, caminando con paso rápido de un lado para otro con la cabeza gacha. De repente miró a los ninjas—. ¿Alguno tiene papel y lápiz? —quiso saber. Al no obtener una respuesta inmediata, negó con la cabeza—. Es igual, ¡es igual!
Como un hámster puesto de cafeína, Heiwamaru se movió con frenesí para entrar en el local, coger una servilleta de la barra, y pedirle un bolígrafo al camarero. Éste se lo tendió, y el doctor dibujó algo.
Cuando volvió junto a los ninjas, les tendió aquella servilleta; si la examinaban, podrían ver que había en ella dibujado un mapa bastante precario. En él estaba representado Akachamura, el bosque que la separaba del resto de la isla, lo que parecía ser un riachuelo y junto a este un cuadrilátero con una "X" dentro.
—Escúchenme bien. Aquí —señaló el cuadrado con la "X" señalizada— encontrarán a la criatura. Es su... Su refugio. Durante el día sale a... Bueno, a buscar su sustento...
—A cazar —puntualizó Akame.
—¡Es más complejo que eso...! —protestó el doctor, pero no tardó en resignarse—. ¡Como sea! Si quieren tener alguna oportunidad de acercarse antes de que les huela, primero deben embadurnarse bien de barro en este río —señaló la representación del riachuelo en el mapa—. Así camuflarán su olor corporal y podrán cogerla desprevenida.
Heiwamaru miró, por turnos, a los tres ninjas.
—Cuando la encuentren, es muy importante que no le hagan daño... Sólo... Sólo deben contenerla. Les daré un potente suero anestésico que servirá para tranquilizarla —agregó—. Cuando lo hayan conseguido, vuelven y me avisan. ¿Entendido?
Akame asintió, y luego se miró de arriba a abajo. «Ni equipamiento, ni chaleco, ni bandana... Maldita sea, ¿¡es que uno no puede tener un día libre!?» La falta de herramientas ninja podía sin duda ser un problema, y aunque Akame confiaba en su Kekkei Genkai y sus técnicas de Ninjutsu para salvarle el día, se sentía parcialmente desnudo sin su chaleco y placa de Uzushiogakure.
—Nos vemos en el camino que les he indicado ahí, en diez minutos —agregó el doctor antes de salir corriendo, literalmente, pueblo adentro.
—Entonces no tenemos tiempo que perder —sentenció, sacando un par de billetes de cinco ryōs y dejándolos sobre la mesa. Ni siquiera terminó su bebida antes de apurar a los ninjas—. Vamos, vamos, les explicaré todo fuera.
Y con esas, Utoki Heiwamaru salió apresuradamente del Chiringo de la Cumbia, mientras una ídem muy bailonga sonaba de fondo. Akame miró a sus compañeros, se encogió de hombros, y salió tras el médico.
Una vez fuera, Heiwamaru se tomó un momento para intentar tranquilizarse. Era bastante evidente que la perspectiva de que los lugareños quisieran contratar a la pelirroja, y lo que ésta pudiera hacer, le alteraban muchísimo. Akame, por su parte, aguardó con paciencia a que el hombre se calmara.
—Bien... Bien... Todavía estamos a tiempo... Tenemos ventaja, tenemos... —balbuceaba el doctor, caminando con paso rápido de un lado para otro con la cabeza gacha. De repente miró a los ninjas—. ¿Alguno tiene papel y lápiz? —quiso saber. Al no obtener una respuesta inmediata, negó con la cabeza—. Es igual, ¡es igual!
Como un hámster puesto de cafeína, Heiwamaru se movió con frenesí para entrar en el local, coger una servilleta de la barra, y pedirle un bolígrafo al camarero. Éste se lo tendió, y el doctor dibujó algo.
Cuando volvió junto a los ninjas, les tendió aquella servilleta; si la examinaban, podrían ver que había en ella dibujado un mapa bastante precario. En él estaba representado Akachamura, el bosque que la separaba del resto de la isla, lo que parecía ser un riachuelo y junto a este un cuadrilátero con una "X" dentro.
—Escúchenme bien. Aquí —señaló el cuadrado con la "X" señalizada— encontrarán a la criatura. Es su... Su refugio. Durante el día sale a... Bueno, a buscar su sustento...
—A cazar —puntualizó Akame.
—¡Es más complejo que eso...! —protestó el doctor, pero no tardó en resignarse—. ¡Como sea! Si quieren tener alguna oportunidad de acercarse antes de que les huela, primero deben embadurnarse bien de barro en este río —señaló la representación del riachuelo en el mapa—. Así camuflarán su olor corporal y podrán cogerla desprevenida.
Heiwamaru miró, por turnos, a los tres ninjas.
—Cuando la encuentren, es muy importante que no le hagan daño... Sólo... Sólo deben contenerla. Les daré un potente suero anestésico que servirá para tranquilizarla —agregó—. Cuando lo hayan conseguido, vuelven y me avisan. ¿Entendido?
Akame asintió, y luego se miró de arriba a abajo. «Ni equipamiento, ni chaleco, ni bandana... Maldita sea, ¿¡es que uno no puede tener un día libre!?» La falta de herramientas ninja podía sin duda ser un problema, y aunque Akame confiaba en su Kekkei Genkai y sus técnicas de Ninjutsu para salvarle el día, se sentía parcialmente desnudo sin su chaleco y placa de Uzushiogakure.
—Nos vemos en el camino que les he indicado ahí, en diez minutos —agregó el doctor antes de salir corriendo, literalmente, pueblo adentro.