2/11/2018, 16:25
Daruu se llevó una mano a la frente y se arrugó el entrecejo, apretándolo entre las yemas de los dedos. Podía llegarse a creer que estaba mejorando en autocontrol. Aunque cuando escuchó la referencia a Akame algo se agitó dentro de él, sediento de rabia. No lo alimentó.
—Cuando ese gato apareció transformado en un niño con el pelo blanco y los ojos azules, te juro que llegué a pensar que eras tú quien estaba haciéndome una jugarreta —dijo—. Quien iba a decir que iba a acabar firmando un pacto con los gatos. ¡Yo! Cuando se entere mi madre, va a ser gracioso. Ya sabes, porque ella invoca perros.
»Y cuando se entere a Ayame, voy a tener que soportarla durante un rato. Seguro que se pica.
Daruu avanzó hasta su sensei le miró a los ojos.
»Bueno, ¿nos vamos a casa o qué?
—Cuando ese gato apareció transformado en un niño con el pelo blanco y los ojos azules, te juro que llegué a pensar que eras tú quien estaba haciéndome una jugarreta —dijo—. Quien iba a decir que iba a acabar firmando un pacto con los gatos. ¡Yo! Cuando se entere mi madre, va a ser gracioso. Ya sabes, porque ella invoca perros.
»Y cuando se entere a Ayame, voy a tener que soportarla durante un rato. Seguro que se pica.
Daruu avanzó hasta su sensei le miró a los ojos.
»Bueno, ¿nos vamos a casa o qué?