2/11/2018, 21:31
Nara Shikako le miró con el ceño fruncido —o quizá tan solo era una arruga más de tantas que tenía— tras el mostrador. Las llamas de los farolillos encendidos sobre la mesa bailaban en sus ojos cansados, y pese a que su boca se abrió, tardó un rato en pronunciar las primeras palabras.
—¿Sabes la hora que es, muchacho? Estamos a punto de cerrar —le informó con lentitud. Ya casi eran las doce de la noche—. ¿Seguro que no puede esperar a mañana? El Morikage ha tenido un día muy ajetreado. —Y estresante. Se merecía un buen descanso después del día que había tenido.
—¿Sabes la hora que es, muchacho? Estamos a punto de cerrar —le informó con lentitud. Ya casi eran las doce de la noche—. ¿Seguro que no puede esperar a mañana? El Morikage ha tenido un día muy ajetreado. —Y estresante. Se merecía un buen descanso después del día que había tenido.