5/11/2018, 17:44
(Última modificación: 5/11/2018, 17:46 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Sin embargo, el sigilo de Daruu se vio truncado cuando un vozarrón inundó la plaza:
—¡¿Dónde te escondes, Amedama Daruu?!
Los tres se quedaron rígidos como tablas, congelados en el frío de la noche. Y no fueron los únicos. La multitud, extrañada ante aquel súbito grito, se habían detenido de repente y ahora miraban a Yota entre indiscretos cuchicheos.
—¿Pero qué...? —susurró Kiroe.
Y Ayame ahogó una exclamación cuando Daruu desapareció de repente de su lado. En lugar de hacerse el loco y disimular, su compañero no tuvo otra idea que plantarse precisamente frente al Kusajin y acertarle un puñetazo en la nariz.
—¿¡Pero qué te crees que haces, pedazo de subnormal profundo!? —le escuchó decir desde su posición.
Y Ayame sintió unos profundos deseos de golpearse la frente con la palma de la mano, si no fuera porque Kiroe la tomó del brazo y comenzó a exclamar:
—Aaaay, ¡¿qué hacemos, Ayam...!?
Ella no la dejó ni terminar: se abalanzó sobre la mujer y le tapó la boca con sus manos.
—¡CALLA! ¡Yo no soy Ayame! ¡No pronuncies mi nombre así como así frente a la gente! —le susurró, aterrorizada.
—¡¿Dónde te escondes, Amedama Daruu?!
Los tres se quedaron rígidos como tablas, congelados en el frío de la noche. Y no fueron los únicos. La multitud, extrañada ante aquel súbito grito, se habían detenido de repente y ahora miraban a Yota entre indiscretos cuchicheos.
—¿Pero qué...? —susurró Kiroe.
Y Ayame ahogó una exclamación cuando Daruu desapareció de repente de su lado. En lugar de hacerse el loco y disimular, su compañero no tuvo otra idea que plantarse precisamente frente al Kusajin y acertarle un puñetazo en la nariz.
—¿¡Pero qué te crees que haces, pedazo de subnormal profundo!? —le escuchó decir desde su posición.
Y Ayame sintió unos profundos deseos de golpearse la frente con la palma de la mano, si no fuera porque Kiroe la tomó del brazo y comenzó a exclamar:
—Aaaay, ¡¿qué hacemos, Ayam...!?
Ella no la dejó ni terminar: se abalanzó sobre la mujer y le tapó la boca con sus manos.
—¡CALLA! ¡Yo no soy Ayame! ¡No pronuncies mi nombre así como así frente a la gente! —le susurró, aterrorizada.