8/11/2018, 23:54
En aquella ocasión Juro calló, cediéndole la palabra a un Datsue que no dudó un instante en aprovechar aquella oportunidad.
—Pero, nosotros podríamos ayudarle a cambio, Kokuō-dono —esgrimió su labia, como sólo él sabía hacerlo—. Usted ha visto la inquina que tengo con Ayame. Y con los amejines. La cruzada que tengo contra ellos. Que esté usted libre, para mí, es una alegría. Qué les jodan —soltó con ímpetu—. ¡Qué les jodan bien jodidos!
Si quitaban el Sharingan, el don de la palabra era una de las armas más peligrosas y letales de aquel Uchiha. Sin embargo, parecía que aquel chico se había olvidado de con quién estaba hablando.
—Pero mucho me temo, Kokuō-dono, mucho me temo... —continuó—, que esto es temporal. ¿Cuánto tardarán en dar con usted? Y cuando lo hagan, ¿cuánto tardarán en volver a sellarla? Dos genins y un jōnin bastaron para atraparla la última vez.
Kokuō entrecerró los ojos de forma sumamente peligrosa. El aire comenzaba a agitarse a su alrededor, sus cabellos ondeaban al viento...
—Pero, ¿y si tuviese usted una rata entre sus perseguidores? ¿Un informador? ¿Un soplón? Que le fuese avisando: ey, los de Ame planean rastrearla por este país. Ey, hay rumores de que la vieron en tal sitio, cuidado.
La tensión en el ambiente se incrementó de forma repentina. Todos los presentes podían sentirla en su piel, corriendo por ella como electricidad estática. Los ojos de Kokuō destilaban puro odio... Aquella era la máscara que ellos conocían: la máscara de la Bestia.
—Oh, sí… Iría siempre un paso por delante de ellos. ¡No lo pillarían nunca! —dejó escapar una risilla aguda—. Ayame quedaría atrapada por siempre… ¡y esos jodidos cabrones se llevarían su merecido!
Allí estaba de nuevo, la montaña rusa de emociones que Kokuō había experimentado cada vez que Ayame se había encontrado con aquel desgraciado: miedo, alegría, rabia, esperanza, ira, desengaño...
Partículas negras y blancas se materializaban en el aire alrededor de la mano de Kokuō. Partículas que bailaban en el aire, chocando las unas con las otras, fusionándose, congregándose...
—Creo que no me he explicado con la suficiente claridad —enunció, pura cólera en estado puro—. Me las apañaré YO SOLA y NADIE volverá a sellarme JAMÁS. NO PIENSO COLABORAR CON LOS HUMANOS. Y MENOS SI SON TAN COBARDES Y RASTREROS COMO TÚ.
»¡Y AHORA MÁRCHENSE ANTES DE QUE LOS REDUZCA A CENIZAS!
Ayame volvió a vociferar un alarido de rabia y golpeó los barrotes con todas sus fuerzas. Sólo consiguió hacerse daño en las manos, pero no le importó. ¿¡Cómo había sido tan estúpida?! ¡Había llegado a creer que Uchiha Datsue estaba preocupado por ella! ¡Había llegado a creer que podría hablar con él, que podría llegar a hacer las paces con él! ¡HABÍA LLEGADO A CREER QUE PODRÍA CONFIARLE UN MENSAJE PARA DARUU!
¡¿CÓMO PODÍA SER TAN IDIOTA?! ¡¿CÓMO?!
¡¡¡SÓLO DESEABA QUE DESAPARECIERA SU ESTÚPIDA CARA Y SU ESTÚPIDA SONRISA Y SU ESTÚPIDA VOZ DE LA FAZ DE OONINDO!!!
—Pero, nosotros podríamos ayudarle a cambio, Kokuō-dono —esgrimió su labia, como sólo él sabía hacerlo—. Usted ha visto la inquina que tengo con Ayame. Y con los amejines. La cruzada que tengo contra ellos. Que esté usted libre, para mí, es una alegría. Qué les jodan —soltó con ímpetu—. ¡Qué les jodan bien jodidos!
Si quitaban el Sharingan, el don de la palabra era una de las armas más peligrosas y letales de aquel Uchiha. Sin embargo, parecía que aquel chico se había olvidado de con quién estaba hablando.
—Pero mucho me temo, Kokuō-dono, mucho me temo... —continuó—, que esto es temporal. ¿Cuánto tardarán en dar con usted? Y cuando lo hagan, ¿cuánto tardarán en volver a sellarla? Dos genins y un jōnin bastaron para atraparla la última vez.
Kokuō entrecerró los ojos de forma sumamente peligrosa. El aire comenzaba a agitarse a su alrededor, sus cabellos ondeaban al viento...
—Pero, ¿y si tuviese usted una rata entre sus perseguidores? ¿Un informador? ¿Un soplón? Que le fuese avisando: ey, los de Ame planean rastrearla por este país. Ey, hay rumores de que la vieron en tal sitio, cuidado.
«No puede estar hablando en serio... ¡No puede!»
La tensión en el ambiente se incrementó de forma repentina. Todos los presentes podían sentirla en su piel, corriendo por ella como electricidad estática. Los ojos de Kokuō destilaban puro odio... Aquella era la máscara que ellos conocían: la máscara de la Bestia.
—Oh, sí… Iría siempre un paso por delante de ellos. ¡No lo pillarían nunca! —dejó escapar una risilla aguda—. Ayame quedaría atrapada por siempre… ¡y esos jodidos cabrones se llevarían su merecido!
«¡JODIDO UCHIHA! ¡Te odio! ¡TE ODIO, TE ODIO!»
Allí estaba de nuevo, la montaña rusa de emociones que Kokuō había experimentado cada vez que Ayame se había encontrado con aquel desgraciado: miedo, alegría, rabia, esperanza, ira, desengaño...
Partículas negras y blancas se materializaban en el aire alrededor de la mano de Kokuō. Partículas que bailaban en el aire, chocando las unas con las otras, fusionándose, congregándose...
—Creo que no me he explicado con la suficiente claridad —enunció, pura cólera en estado puro—. Me las apañaré YO SOLA y NADIE volverá a sellarme JAMÁS. NO PIENSO COLABORAR CON LOS HUMANOS. Y MENOS SI SON TAN COBARDES Y RASTREROS COMO TÚ.
»¡Y AHORA MÁRCHENSE ANTES DE QUE LOS REDUZCA A CENIZAS!
. . .
Ayame volvió a vociferar un alarido de rabia y golpeó los barrotes con todas sus fuerzas. Sólo consiguió hacerse daño en las manos, pero no le importó. ¿¡Cómo había sido tan estúpida?! ¡Había llegado a creer que Uchiha Datsue estaba preocupado por ella! ¡Había llegado a creer que podría hablar con él, que podría llegar a hacer las paces con él! ¡HABÍA LLEGADO A CREER QUE PODRÍA CONFIARLE UN MENSAJE PARA DARUU!
¡¿CÓMO PODÍA SER TAN IDIOTA?! ¡¿CÓMO?!
¡¡¡SÓLO DESEABA QUE DESAPARECIERA SU ESTÚPIDA CARA Y SU ESTÚPIDA SONRISA Y SU ESTÚPIDA VOZ DE LA FAZ DE OONINDO!!!