15/11/2018, 23:15
El Morikage estaba a punto de decirle que se había terminado por hoy, cuando Yota se vino arriba y le miró con una determinación que le hinchó de orgullo.
—Un intento más, Morikage-sama, solo uno más, por favor.
Sin siquiera darle tiempo a responder, su genin estrelló una bola de papel contra el suelo al mismo tiempo que cerraba los ojos. Los años de experiencia le habían enseñado que, cuando alguien hacía eso, era porque se trataba de una bomba de luz. Pero, quizá porque estaba despistado, o simplemente porque quería otorgarle algún tipo de ventaja a su súbdito, el potente flash bañó sus pupilas y le cegó por unos instantes.
Kenzou se tapó los ojos con una mano. No retrocedió. No se movió más que lo necesario. Fue entonces cuando el característico sonido de mil pájaros chirriando llegó hasta sus oídos. Lejos de inquietarse, sonrió.
—¡Yota-kun! ¿No me digas que también manejas el Chidori? —Genjutsus, técnicas de invocación, y también una técnica avanzada de Raiton. Yota estaba haciendo muchos números para que le propusiesen como aspirante a Chunin en el próximo examen.
Yota se precipitó hacia él y aguardó, inmóvil, tan indiferente como una montaña ante un rayo. Y aguardó, y aguardó, y aguardó…
… hasta que el sonido de los pasos de Yota y el chirrido de su brazo estuviesen a apenas un metro. Solo entonces, y no antes, se echó a un lado con una velocidad que haría avergonzar a un relámpago. Dejando un pie por el camino. Un pie con el que tropezó Yota y le hizo darse de bruces contra el suelo, atravesando el tatami con su chidori y dejando un gran orificio en él.
—¡Eso ha sido magnífico, Yota-kun! —Kenzou le observaba, a un par de metros, de pie y ya con la vista recuperada—. Pero tienes que tener cuidado con esa técnica, te deja muy expuesto cuando no aciertas.
Cuando Yota levantase cabeza, vería que el filo de una enorme espada le estaba apuntando directamente al cuello. El filo de un arma legendaria. El filo de Kubikiribōchō.
—Gané —dijo sin perder la sonrisa.
—Un intento más, Morikage-sama, solo uno más, por favor.
Sin siquiera darle tiempo a responder, su genin estrelló una bola de papel contra el suelo al mismo tiempo que cerraba los ojos. Los años de experiencia le habían enseñado que, cuando alguien hacía eso, era porque se trataba de una bomba de luz. Pero, quizá porque estaba despistado, o simplemente porque quería otorgarle algún tipo de ventaja a su súbdito, el potente flash bañó sus pupilas y le cegó por unos instantes.
Kenzou se tapó los ojos con una mano. No retrocedió. No se movió más que lo necesario. Fue entonces cuando el característico sonido de mil pájaros chirriando llegó hasta sus oídos. Lejos de inquietarse, sonrió.
—¡Yota-kun! ¿No me digas que también manejas el Chidori? —Genjutsus, técnicas de invocación, y también una técnica avanzada de Raiton. Yota estaba haciendo muchos números para que le propusiesen como aspirante a Chunin en el próximo examen.
Yota se precipitó hacia él y aguardó, inmóvil, tan indiferente como una montaña ante un rayo. Y aguardó, y aguardó, y aguardó…
… hasta que el sonido de los pasos de Yota y el chirrido de su brazo estuviesen a apenas un metro. Solo entonces, y no antes, se echó a un lado con una velocidad que haría avergonzar a un relámpago. Dejando un pie por el camino. Un pie con el que tropezó Yota y le hizo darse de bruces contra el suelo, atravesando el tatami con su chidori y dejando un gran orificio en él.
—¡Eso ha sido magnífico, Yota-kun! —Kenzou le observaba, a un par de metros, de pie y ya con la vista recuperada—. Pero tienes que tener cuidado con esa técnica, te deja muy expuesto cuando no aciertas.
Cuando Yota levantase cabeza, vería que el filo de una enorme espada le estaba apuntando directamente al cuello. El filo de un arma legendaria. El filo de Kubikiribōchō.
—Gané —dijo sin perder la sonrisa.