16/11/2018, 18:06
Kenzou observó el boquete creado por Yota y esbozó una sonrisa divertida. La nueva camada de genins se despertaría con el privilegio de tener ya un encargo para ellos.
—No esperaba menos de una leyenda viva como usted, Morikage-sama.
—Oh, vamos, vamos —dijo, apartándole la espada de la cara—. No hace falta que adules a este viejo carcamal. Venga, tienes algo que contarme…
Estaban de vuelta en el despacho. Kenzou había sellado el Kubikiribōchō en su obi, y había preparado un té verde para ambos, perfecto para reponer energías e hidratarse. Una tacita humeante reposaba frente a ambos, sentados a la mesa, y fue el Morikage el primero en darle un sorbo.
—Y bien, Yota-kun —dejó la taza sobre la mesa—. Cuéntame.
—No esperaba menos de una leyenda viva como usted, Morikage-sama.
—Oh, vamos, vamos —dijo, apartándole la espada de la cara—. No hace falta que adules a este viejo carcamal. Venga, tienes algo que contarme…
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Estaban de vuelta en el despacho. Kenzou había sellado el Kubikiribōchō en su obi, y había preparado un té verde para ambos, perfecto para reponer energías e hidratarse. Una tacita humeante reposaba frente a ambos, sentados a la mesa, y fue el Morikage el primero en darle un sorbo.
—Y bien, Yota-kun —dejó la taza sobre la mesa—. Cuéntame.