18/11/2018, 03:01
Datsue el Cagón asintió, agradecido, cuando Juro aseguró creerle. Saber, en el fondo, que Datsue no era tan cruel y retorcido como había fingido ser frente a Kokuō. Últimamente, no sabía por qué, tenía ciertos problemas para que la gente le creyese. Lo ponían todo en duda. Lo analizaban todo al milímetro. ¿Qué solía mentir? Por supuesto. Pero, ¿quién era libre de defectos?
Los propios kusajines, mismamente, habían ocultado que tenían a un bijū. Datsue no tardó en recriminárselo a Juro, quien a su vez tardó menos que un kusajin en su primer polvo en poner excusas. Que era por equilibrar el poder. Que lo del examen había sucedido de improvisto y que su Morikage no encontró el hueco, o quizá el momento apropiado para revelarlo. «Claro, claro. No tuvo tiempo. Solo estuvieron una semana reunidos con las otras dos aldeas durante el examen teórico. Más otros seis días hasta el práctico. Y luego… ¿otra semana hasta el combate donde estalló todo? Bah, redondeemos por lo bajo. Unos veinte días, siendo generosos. Jooodeeer. Si es que no encontraron el momento, claro. Qué desconfiado eres, Datsue. Si es que es completamente normal. Esto te pasa por pensar mal de la gente. Sí…»
«¡¡¡Anda y mis huevos!!!»
—Mira… —«Cuenta hasta tres, Datsue. Cuenta hasta tres»—. Miiiraaaa… Mira. —Respiró hondo por segunda vez y se serenó—. Mejor dejémoslo estar, ¿vale? Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos. Como ocho Generales siguiendo nuestros pasos. Joder, ahora el sello que te puse es más importante que nunca. Lo sabes, ¿verdad?
Datsue el Intrépido frunció el ceño. «Oh, no…» Kokuō aceleraba su paso. Pronto tuvo que correr a lo máximo que le daban las piernas para no perder su estela. Pronto vio que ni siquiera eso era suficiente. Ayame era rápida. Muy rápida. Lo había constatado en el torneo y lo volvía a hacer ahora. Normalmente, un velocista no contaba con demasiado aguante; así como un corredor de fondo no tenía un esprint a destacar. Era de lógica, pura física. «Pero de nada me sirve durar más si pierdo su rastro…» Y ni siquiera había comprobado en qué maldita dirección estaba yendo.
No había tiempo para lamentarse, ni para experimentos con pájaros —lo cual era una jodida lástima—, ni para darle más kilómetros de distancia a su yo cagón. Tenía que actuar y tenía que hacerlo ya.
Saltó a la siguiente rama, y luego a una seta que nacía de un tronco. Subiendo en el proceso, poniéndose a la misma altura que Kokuō. Dicho de este modo, parece que lo hiciese de forma lenta. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, Datsue no saltaba; sino que bailaba. Una danza que fluía al ritmo frenético de su shamisen. Apoyaba el pie lo justo y necesario para impulsarse de nuevo; se metía en ese único hueco posible en la maleza como la punta de una flecha; giraba entonces su cuerpo en el aire para pasar entre dos gruesas ramas, y, seguidamente, se impulsaba con el cuerpo cabeza abajo en un hongo que colgaba desde arriba.
Sí, quizá fuese una tortuga en comparación con Ayame en terreno llano. Pero aquello era una carrera con obstáculos. Inteligencia, labia… A Datsue le habían halagado no pocas veces en los últimos años. Pero todos fallaban en creer saber su verdadera fortaleza, y esa no era otra que la de tener sangre de acróbata.
«Más… ¡Más…!» Sí, era hora de hacer honor a su apodo. Cuando aterrizó en la siguiente rama formó el sello de clonación. Otro Datsue —cuyo sobrenombre es todavía temprano para revelar— surgió a su lado, y ambos saltaron al mismo tiempo hasta la siguiente rama. El Datsue recién creado, formando sellos. Datsue el Intrépido, llevándose el mango de un kunai a la boca y aterrizando con suavidad sobre la madera para seguidamente impulsarse en la mano que le ofrecía su clon.
El Fūton: Reppūshō le impulsó por diez metros a una velocidad vertiginosa. Sus manos, a su vez, replicaban los mismos sellos. Su Sharingan fijó objetivo. Su diestra tomó el kunai de la boca. Su zurda mostró la palma hacia adelante para ejecutar el Fūton: Reppūshō.
Y el acero salió disparado como una bala directo a la espalda, no de Ayame, sino de Kokuō. Una sutil y a la vez enorme diferencia.
—¡¡¡Kokuō!!! —gritaría, cuando Kokuō hubiese recibido el impacto o lo hubiese esquivado de alguna forma—. ¡Shukaku tiene una pregunta que hacerte!
Datsue el Cagón detuvo la carrera de pronto. Acababa de sentir una repentina bajada de chakra. Su Kage Bunshin acababa de crear otro clon, y eso solo podía significar una cosa.
—Oh, mierda… —Nunca una frase había descrito tan bien la emoción que le embargaba—. ¡Estamos jodidos, Juro! ¡Pero que bien jodidos! —Arrancó a correr al darse cuenta que acababa de cometer la estupidez de pararse—. Joder, ¡pero es que no puedes correr más rápido! —chilló, al esprintar—. Me cago en la puta, Juro, ¡que estamos jodidos te digo!
Los propios kusajines, mismamente, habían ocultado que tenían a un bijū. Datsue no tardó en recriminárselo a Juro, quien a su vez tardó menos que un kusajin en su primer polvo en poner excusas. Que era por equilibrar el poder. Que lo del examen había sucedido de improvisto y que su Morikage no encontró el hueco, o quizá el momento apropiado para revelarlo. «Claro, claro. No tuvo tiempo. Solo estuvieron una semana reunidos con las otras dos aldeas durante el examen teórico. Más otros seis días hasta el práctico. Y luego… ¿otra semana hasta el combate donde estalló todo? Bah, redondeemos por lo bajo. Unos veinte días, siendo generosos. Jooodeeer. Si es que no encontraron el momento, claro. Qué desconfiado eres, Datsue. Si es que es completamente normal. Esto te pasa por pensar mal de la gente. Sí…»
«¡¡¡Anda y mis huevos!!!»
—Mira… —«Cuenta hasta tres, Datsue. Cuenta hasta tres»—. Miiiraaaa… Mira. —Respiró hondo por segunda vez y se serenó—. Mejor dejémoslo estar, ¿vale? Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos. Como ocho Generales siguiendo nuestros pasos. Joder, ahora el sello que te puse es más importante que nunca. Lo sabes, ¿verdad?
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Datsue el Intrépido frunció el ceño. «Oh, no…» Kokuō aceleraba su paso. Pronto tuvo que correr a lo máximo que le daban las piernas para no perder su estela. Pronto vio que ni siquiera eso era suficiente. Ayame era rápida. Muy rápida. Lo había constatado en el torneo y lo volvía a hacer ahora. Normalmente, un velocista no contaba con demasiado aguante; así como un corredor de fondo no tenía un esprint a destacar. Era de lógica, pura física. «Pero de nada me sirve durar más si pierdo su rastro…» Y ni siquiera había comprobado en qué maldita dirección estaba yendo.
No había tiempo para lamentarse, ni para experimentos con pájaros —lo cual era una jodida lástima—, ni para darle más kilómetros de distancia a su yo cagón. Tenía que actuar y tenía que hacerlo ya.
Saltó a la siguiente rama, y luego a una seta que nacía de un tronco. Subiendo en el proceso, poniéndose a la misma altura que Kokuō. Dicho de este modo, parece que lo hiciese de forma lenta. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, Datsue no saltaba; sino que bailaba. Una danza que fluía al ritmo frenético de su shamisen. Apoyaba el pie lo justo y necesario para impulsarse de nuevo; se metía en ese único hueco posible en la maleza como la punta de una flecha; giraba entonces su cuerpo en el aire para pasar entre dos gruesas ramas, y, seguidamente, se impulsaba con el cuerpo cabeza abajo en un hongo que colgaba desde arriba.
Sí, quizá fuese una tortuga en comparación con Ayame en terreno llano. Pero aquello era una carrera con obstáculos. Inteligencia, labia… A Datsue le habían halagado no pocas veces en los últimos años. Pero todos fallaban en creer saber su verdadera fortaleza, y esa no era otra que la de tener sangre de acróbata.
«Más… ¡Más…!» Sí, era hora de hacer honor a su apodo. Cuando aterrizó en la siguiente rama formó el sello de clonación. Otro Datsue —cuyo sobrenombre es todavía temprano para revelar— surgió a su lado, y ambos saltaron al mismo tiempo hasta la siguiente rama. El Datsue recién creado, formando sellos. Datsue el Intrépido, llevándose el mango de un kunai a la boca y aterrizando con suavidad sobre la madera para seguidamente impulsarse en la mano que le ofrecía su clon.
El Fūton: Reppūshō le impulsó por diez metros a una velocidad vertiginosa. Sus manos, a su vez, replicaban los mismos sellos. Su Sharingan fijó objetivo. Su diestra tomó el kunai de la boca. Su zurda mostró la palma hacia adelante para ejecutar el Fūton: Reppūshō.
Y el acero salió disparado como una bala directo a la espalda, no de Ayame, sino de Kokuō. Una sutil y a la vez enorme diferencia.
—¡¡¡Kokuō!!! —gritaría, cuando Kokuō hubiese recibido el impacto o lo hubiese esquivado de alguna forma—. ¡Shukaku tiene una pregunta que hacerte!
«¡JAAAJIAJIAJIA! ¡Vas a morir, Datsue! ¡VAS A MORIR! ¡VAS A MORIR!»
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Datsue el Cagón detuvo la carrera de pronto. Acababa de sentir una repentina bajada de chakra. Su Kage Bunshin acababa de crear otro clon, y eso solo podía significar una cosa.
—Oh, mierda… —Nunca una frase había descrito tan bien la emoción que le embargaba—. ¡Estamos jodidos, Juro! ¡Pero que bien jodidos! —Arrancó a correr al darse cuenta que acababa de cometer la estupidez de pararse—. Joder, ¡pero es que no puedes correr más rápido! —chilló, al esprintar—. Me cago en la puta, Juro, ¡que estamos jodidos te digo!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado