22/11/2018, 20:42
Daruu volvió a hablar y, aunque agradeció que me tomase la molestia de meter mis narices donde presumiblemente no me llamaban, me contradijo. Seguía pensando que aquello no era un plan orquestado por Uzushiogakure, sino por Uchiha Akame. recordaba bien ese tipo, días antes de lo sucedido en el estadio, me lo encontré y recordaba el supino interés que mostró por Kumopansa, igual ya estaba analizando su plan, valorando a todos los potenciales peligros. No, las palabras de Daruu no me hicieron cambiar de parecer, yo también había reflexionado sobre lo que sucedió.
— Yo también he podido reflexionar sobre todo aquel asunto y siempre he pensado que las cosas se torcieron tanto que los uzujin tuvieron que cortar por lo sano. Creo que de seguir con el plan hubiera habido una pelea de ellos contras nuestras aldeas y, en esa tesitura probablemente perdiesen más de lo que podrían haber ganado. Pero desde luego, puedo asegurar que no fuimos a aquel hospital a cotillear
Pero Ayame empezaba a perder la compostura. Podía imaginármelo. Podía comprender que se sintiese culpable, a fin de cuentas fue ella quién había perdido el control sobre la bestia que yacía en su interior y que, por consecuencia, un sentido de la responsabilidad la atormentase. Tambbién pude entender lo que dijo la madre de Daruu. Saber los nombres y apellidos de los llamados hermanos del desierto suponbía una ventaja estratégica.
De nuevo Ayame intervino con un discurso final sobre lo duro que era ser jinchuriki. La verdad es que no quería ni imaginármelo.
— No lo niego, Ayame. De hecho, no quiero ni siquiera imaginarme lo que sería ser el carcelero de una bestia tan poderosa — le dije con el objetivo de calmarla un poco.
— Dime, Daruu-kun — le dije con los ojos clavados en los suyos — ¿Confiarías en mí si te doy la identidad de uno de los hermanos del desierto?
— Yo también he podido reflexionar sobre todo aquel asunto y siempre he pensado que las cosas se torcieron tanto que los uzujin tuvieron que cortar por lo sano. Creo que de seguir con el plan hubiera habido una pelea de ellos contras nuestras aldeas y, en esa tesitura probablemente perdiesen más de lo que podrían haber ganado. Pero desde luego, puedo asegurar que no fuimos a aquel hospital a cotillear
Pero Ayame empezaba a perder la compostura. Podía imaginármelo. Podía comprender que se sintiese culpable, a fin de cuentas fue ella quién había perdido el control sobre la bestia que yacía en su interior y que, por consecuencia, un sentido de la responsabilidad la atormentase. Tambbién pude entender lo que dijo la madre de Daruu. Saber los nombres y apellidos de los llamados hermanos del desierto suponbía una ventaja estratégica.
De nuevo Ayame intervino con un discurso final sobre lo duro que era ser jinchuriki. La verdad es que no quería ni imaginármelo.
— No lo niego, Ayame. De hecho, no quiero ni siquiera imaginarme lo que sería ser el carcelero de una bestia tan poderosa — le dije con el objetivo de calmarla un poco.
— Dime, Daruu-kun — le dije con los ojos clavados en los suyos — ¿Confiarías en mí si te doy la identidad de uno de los hermanos del desierto?
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