29/11/2018, 19:28
Datsue había oído una curiosa historia en una ocasión. Estaba ambientada en una época pasada, anterior incluso a la gestación de las primeras Cinco Antiguas Villas Ocultas, en ese arco histórico donde las guerras eran el pan de cada día. Se dice que, un hombre, cuyo pueblo había sido atacado por sorpresa de noche, se recorrió doscientos kilómetros para pedir refuerzos al clan amigo más cercano.
Nada más llegar al pueblo y cumplir su misión, murió. Murió cual caballo reventado.
Hay distintas versiones sobre la misma historia, claro, pero todos coinciden en que aquel hombre se llamaba Maratón. Y un maratón era precisamente lo que se había pegado Datsue. Esperaba —rezaba—, que no con tan trágico final.
Porque sí era por correr, había corrido lo indescriptible. Rápido y ágil como una gacela. Incombustible e inagotable como un camello. Más incluso que cuando le había dado aquel brick a Ayame con humo dentro —empezaba a ser costumbre eso de salir despavorido tras un encuentro con ella, menos mal que no era muy orgulloso—. Fíjense lo centrado que estaba en su carrera, que ni se había fijado en la cabeza faltante de la estatua de Sumizu Kouta al cruzar el Valle del Fin. Claro que, ¿quién se fijaba en ella? No era como si fuese la gloriosa representación de Uzumaki Shiomaru, o siquiera Koichi Riona…
Sudaba a chorros y debía apestar a kilómetros. Pero tenía un deber que cumplir, y ni un segundo que perder. Por eso, nada más entrar a la Villa, fue directo al Edificio del Uzukage. Y cuando pasó al lado de recepción, gritó algo así como:
—¡LeaconsejocancelartodaslascitasdelUzuakequetengaparaestatarde! —Todo ello mientras no paraba de subir por las escaleras de cuatro en cuatro. Quien avisaba no era traidor.
Y es que Datsue tenía una noticia de lo más crítica que transmitirle a su Uzukage. Una que volvería a hacer temblar los cimientos en los que estaba construida Uzushiogakure no Sato. Abrió la puerta del tirón, olvidándose de llamar.
—¡Uzukage… sama! —exhausto, cayó de rodillas—. Algo… horrible… —No conseguía aspirar el suficiente aire para poder hablar. Sus pulmones, que le ardían, no daban para más. Y le dolía el pecho. Empezaba a preocuparse de verdad por la historia de Maratón—. Estamos… en… —Ahora veía puntitos de luz aquí y allá. Por los Dioses, ¿se estaba mareando?—, peligro… mortal.
Y cayó redondo al suelo.
Había cumplido con su deber.
Nada más llegar al pueblo y cumplir su misión, murió. Murió cual caballo reventado.
Hay distintas versiones sobre la misma historia, claro, pero todos coinciden en que aquel hombre se llamaba Maratón. Y un maratón era precisamente lo que se había pegado Datsue. Esperaba —rezaba—, que no con tan trágico final.
Porque sí era por correr, había corrido lo indescriptible. Rápido y ágil como una gacela. Incombustible e inagotable como un camello. Más incluso que cuando le había dado aquel brick a Ayame con humo dentro —empezaba a ser costumbre eso de salir despavorido tras un encuentro con ella, menos mal que no era muy orgulloso—. Fíjense lo centrado que estaba en su carrera, que ni se había fijado en la cabeza faltante de la estatua de Sumizu Kouta al cruzar el Valle del Fin. Claro que, ¿quién se fijaba en ella? No era como si fuese la gloriosa representación de Uzumaki Shiomaru, o siquiera Koichi Riona…
Sudaba a chorros y debía apestar a kilómetros. Pero tenía un deber que cumplir, y ni un segundo que perder. Por eso, nada más entrar a la Villa, fue directo al Edificio del Uzukage. Y cuando pasó al lado de recepción, gritó algo así como:
—¡LeaconsejocancelartodaslascitasdelUzuakequetengaparaestatarde! —Todo ello mientras no paraba de subir por las escaleras de cuatro en cuatro. Quien avisaba no era traidor.
Y es que Datsue tenía una noticia de lo más crítica que transmitirle a su Uzukage. Una que volvería a hacer temblar los cimientos en los que estaba construida Uzushiogakure no Sato. Abrió la puerta del tirón, olvidándose de llamar.
—¡Uzukage… sama! —exhausto, cayó de rodillas—. Algo… horrible… —No conseguía aspirar el suficiente aire para poder hablar. Sus pulmones, que le ardían, no daban para más. Y le dolía el pecho. Empezaba a preocuparse de verdad por la historia de Maratón—. Estamos… en… —Ahora veía puntitos de luz aquí y allá. Por los Dioses, ¿se estaba mareando?—, peligro… mortal.
Y cayó redondo al suelo.
Había cumplido con su deber.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado