30/11/2018, 18:26
—Definitivamente no sé cómo podríamos hacer frente siquiera a uno de ellos por separado —le respondió Daruu—, así que imagínate los dos juntos. Imposible —Negó con la cabeza y se cruzó de brazos.
—Los Uchiha son muy buenos en combate, eso es cierto —corroboró Kiroe, con una sonrisa—, y además estos dos son bastante astutos, sin embargo, me he cruzado con suficientes como para saber que les puede la arrogancia. No hay que caer en su juego. Tomar la vía del subterfugio. En caso de tener que pelear contra ellos... bueno, ventaja numérica. Hay que duplicarlos en número como mínimo... siempre.
—Mi padre también me lo dijo, que no se me ocurriera enfrentarme a un Uchiha yo sola jamás —asintió Ayame, sombría ante la perspectiva de que existiera una línea de sangre tan peligrosa que les estuviese haciendo temer por sus propias vidas. Entrecerró los ojos y apretó de nuevo los puños contra las rodillas, incómoda ante la situación. Frente a los Uchiha, ella no se sentía más que una pequeña hormiga—. Que si llegaba a encontrarme con uno y no había nadie conmigo... que corriera. Que corriera lo más rápido que pudiera y no mirara atrás.
—Ya habrá tiempo de encargarse de Akame, de Datsue y de los putos Hermanos del Desierto pero creo que ahora mismo lo mejor será ser discretos y volvernos poderosos para cuando llegue el momento —intervino Yota de repente—. Las cosas están ya lo suficientemente tensas en Oonindo. Además, quien sabe si hay algún mal mayor al que temer, esperando su oportunidad perfecta para actuar. También os digo que si necesitáis de mi ayuda en algún momento solo tenéis que decírmelo, pero creo que debería irme. Te agradezco la invitación, Daruu-kun.
—Lo mismo digo, Yota-san. Estamos aquí para lo que necesites. Pero... ¿seguro que te vas a marchar así, en mitad de la noche? —preguntó Ayame, ladeando ligeramente el rostro. Era consciente de que aquella no era su casa, pero no pudo evitar sentirse preocupada por el Kusajin—. El camino hasta Kusagakure es muy largo, quizás sería mejor que esperaras a que amaneciera...
Si no calculaba mal, por lo menos tenía dos días de camino hasta su hogar. Y salir de medianoche, en pleno invierno, desde luego no era la mejor opción a tener en cuenta...
—Los Uchiha son muy buenos en combate, eso es cierto —corroboró Kiroe, con una sonrisa—, y además estos dos son bastante astutos, sin embargo, me he cruzado con suficientes como para saber que les puede la arrogancia. No hay que caer en su juego. Tomar la vía del subterfugio. En caso de tener que pelear contra ellos... bueno, ventaja numérica. Hay que duplicarlos en número como mínimo... siempre.
—Mi padre también me lo dijo, que no se me ocurriera enfrentarme a un Uchiha yo sola jamás —asintió Ayame, sombría ante la perspectiva de que existiera una línea de sangre tan peligrosa que les estuviese haciendo temer por sus propias vidas. Entrecerró los ojos y apretó de nuevo los puños contra las rodillas, incómoda ante la situación. Frente a los Uchiha, ella no se sentía más que una pequeña hormiga—. Que si llegaba a encontrarme con uno y no había nadie conmigo... que corriera. Que corriera lo más rápido que pudiera y no mirara atrás.
—Ya habrá tiempo de encargarse de Akame, de Datsue y de los putos Hermanos del Desierto pero creo que ahora mismo lo mejor será ser discretos y volvernos poderosos para cuando llegue el momento —intervino Yota de repente—. Las cosas están ya lo suficientemente tensas en Oonindo. Además, quien sabe si hay algún mal mayor al que temer, esperando su oportunidad perfecta para actuar. También os digo que si necesitáis de mi ayuda en algún momento solo tenéis que decírmelo, pero creo que debería irme. Te agradezco la invitación, Daruu-kun.
—Lo mismo digo, Yota-san. Estamos aquí para lo que necesites. Pero... ¿seguro que te vas a marchar así, en mitad de la noche? —preguntó Ayame, ladeando ligeramente el rostro. Era consciente de que aquella no era su casa, pero no pudo evitar sentirse preocupada por el Kusajin—. El camino hasta Kusagakure es muy largo, quizás sería mejor que esperaras a que amaneciera...
Si no calculaba mal, por lo menos tenía dos días de camino hasta su hogar. Y salir de medianoche, en pleno invierno, desde luego no era la mejor opción a tener en cuenta...