6/12/2018, 01:39
Geki apenas había salido de las calientes piscinas termales, se había secado y se dirigía en busca de algo de comer, aquellas aguas no sólo relajaban músculos, sino qué también abrían el apetito. El calor que sentía su cuerpo se reflejaba en sus cachetes, los ruborizaba y le hacía sudar la frente sin importar el poco tiempo que había salido del agua.
Se encontraba descalzo y el piso chirriaba cuando sus pies mojados patinaban en el lustre de la madera. Ya, en el vestidor, se puso su kimono negro y verde, hacía algún tiempo que ya no lo usaba diario y era una prenda cómoda para ese tipo de situaciones.
Tras cambiarse, se dirigió por los pasillos de papel y madera tratando de encontrar alguna especie de comedor, pero le dificultaba el hecho de que nunca había visitado con anterioridad el lugar. Igualmente, esto no le molestaba, aprovechaba a disfrutar del decorado, los papeles pintados, las reliquias, algunos de los cantos de aves que llegaban al lugar y el calor del vapor empujado por el viento hacia el interior del edificio.
Pese a sus esfuerzos el Senju no encontró a nadie en el lugar que pudiera orientarlo, hasta que se topó con ella. Una muchacha grande, de piel morena en la entrada del lugar. Allí también se encontraban empleados del establecimiento, aunque el estómago le pedía a gritos que les consultara por comida los ignoró. La bandana que llevaba la muchacha había capturado la atención de Geki y la siguió unos pasos, hasta que la distancia que los separaba le permitiera hablar sin gritar.
—¿Uzushio aquí? Le preguntó con cara desconfiada mientras entrecerraba los ojos.
Se encontraba descalzo y el piso chirriaba cuando sus pies mojados patinaban en el lustre de la madera. Ya, en el vestidor, se puso su kimono negro y verde, hacía algún tiempo que ya no lo usaba diario y era una prenda cómoda para ese tipo de situaciones.
Tras cambiarse, se dirigió por los pasillos de papel y madera tratando de encontrar alguna especie de comedor, pero le dificultaba el hecho de que nunca había visitado con anterioridad el lugar. Igualmente, esto no le molestaba, aprovechaba a disfrutar del decorado, los papeles pintados, las reliquias, algunos de los cantos de aves que llegaban al lugar y el calor del vapor empujado por el viento hacia el interior del edificio.
Pese a sus esfuerzos el Senju no encontró a nadie en el lugar que pudiera orientarlo, hasta que se topó con ella. Una muchacha grande, de piel morena en la entrada del lugar. Allí también se encontraban empleados del establecimiento, aunque el estómago le pedía a gritos que les consultara por comida los ignoró. La bandana que llevaba la muchacha había capturado la atención de Geki y la siguió unos pasos, hasta que la distancia que los separaba le permitiera hablar sin gritar.
—¿Uzushio aquí? Le preguntó con cara desconfiada mientras entrecerraba los ojos.