7/12/2018, 18:24
Datsue giró la cabeza hacia la puerta antes de que ésta se abriese. No hacía falta tener muy buen oído para escucharle: las suyas eran las pisadas de un elefante. Pese a haberse cortado el pelo, era imposible no reconocerle: Akimichi Katsudon, hijo del inolvidable Yakisoba. Datsue, inconscientemente, siempre creía haber conocido a su padre. En realidad, no había sido sino una máscara de Zoku. Pero una máscara condenadamente buena.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué le has hecho?
La mirada de Katsudon se clavó en él, entrecerrada, y fue en ese momento cuando Datsue se sintió en apuros. Había sido el responsable de la muerte de un Uzukage —por merecido que lo tuviese—. ¿Quién no llegaría a imaginarse que ahora, de nuevo en la escena del crimen, no guardase también cierta relación?
—Y-yo… ¡N-nada en absoluto! —se apresuró a negar. «¡Por lo que más quieras, Hanabi, despierta!»
»...¿qué le has dicho? Últimamente está un poco... delicado.
—P-pues… Poca cosa… —Solo que un bijū había tomado el control de la jinchūriki de Amegakure. Que ahora andaba libre por el mundo. Y que Kusagakure tenía escondido a su propio jinchūriki todo este tiempo. Si, poca cosa, vaya.
Sin saber muy bien cómo explicárselo, Datsue se quedó momentáneamente sin habla. Katsudon, por su parte, rebuscó en el cajón del escritorio y halló un bote con pastillas. En un principio, Datsue creyó que para darle una a Hanabi. En su lugar, observó atónito como el Akimichi las arrojaba por la ventana.
Acto seguido le pidió a Datsue que le diese un par de yoyas a su propio Uzukage. Fue como si le pidiesen que se casara con una ribereña del Sur.
—P-pero… —¿Cómo iba él a mancillar a su máximo mandatario? ¿A golpearle físicamente aunque solo fuese por su bien? Miró a Hanabi, luego a Katsudon, y finalmente de nuevo a Hababi. «¡Toma al toro por los cuernos, Datsue, POR LOS CUERNOS!»
¡Plaf, plaf! Con la palma de la mano; con el dorso. Dos bofetaditas a su jodido Uzukage. Estaba que no se lo creía.
—¡Hanabi-sama, e-estamos en una situación crítica! ¡D-despiértese usted, por favor! —«Tranquilo, tranquilo. Estabas cumpliendo órdenes de un superior. Es lo que se espera de ti. No puede enfadarse, no puede enfadarse…»
—¿Qué ha pasado? ¿Qué le has hecho?
La mirada de Katsudon se clavó en él, entrecerrada, y fue en ese momento cuando Datsue se sintió en apuros. Había sido el responsable de la muerte de un Uzukage —por merecido que lo tuviese—. ¿Quién no llegaría a imaginarse que ahora, de nuevo en la escena del crimen, no guardase también cierta relación?
—Y-yo… ¡N-nada en absoluto! —se apresuró a negar. «¡Por lo que más quieras, Hanabi, despierta!»
»...¿qué le has dicho? Últimamente está un poco... delicado.
—P-pues… Poca cosa… —Solo que un bijū había tomado el control de la jinchūriki de Amegakure. Que ahora andaba libre por el mundo. Y que Kusagakure tenía escondido a su propio jinchūriki todo este tiempo. Si, poca cosa, vaya.
Sin saber muy bien cómo explicárselo, Datsue se quedó momentáneamente sin habla. Katsudon, por su parte, rebuscó en el cajón del escritorio y halló un bote con pastillas. En un principio, Datsue creyó que para darle una a Hanabi. En su lugar, observó atónito como el Akimichi las arrojaba por la ventana.
Acto seguido le pidió a Datsue que le diese un par de yoyas a su propio Uzukage. Fue como si le pidiesen que se casara con una ribereña del Sur.
—P-pero… —¿Cómo iba él a mancillar a su máximo mandatario? ¿A golpearle físicamente aunque solo fuese por su bien? Miró a Hanabi, luego a Katsudon, y finalmente de nuevo a Hababi. «¡Toma al toro por los cuernos, Datsue, POR LOS CUERNOS!»
¡Plaf, plaf! Con la palma de la mano; con el dorso. Dos bofetaditas a su jodido Uzukage. Estaba que no se lo creía.
—¡Hanabi-sama, e-estamos en una situación crítica! ¡D-despiértese usted, por favor! —«Tranquilo, tranquilo. Estabas cumpliendo órdenes de un superior. Es lo que se espera de ti. No puede enfadarse, no puede enfadarse…»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado