7/12/2018, 21:37
—Datsue, ¿estás bi...?
PAM.
El Uchiha fue asaltado por un súbito sentido de la responsabilidad, y, casualmente, recordó que la situación en la que se encontraban era de extrema urgencia. ¡Sí, por qué perder el tiempo discutiendo sobre la cabeza de una estatua, sobretodo si había sido pulverizada! ¿A quién le importaba ya eso? ¿A ellos? Por supuesto que no, estaba claro que era un problema de Amegakure.
Así pues, Datsue pasó a contar una vez más su historia. A cada palabra que pronunciaba, el rostro de Hanabi se iba ensombreciendo más y más. Apretaba las mandíbulas, entrecerraba los ojos. Trataba de ver a través de Datsue.
Sin embargo Katsudon, o, Katsudon. A ese sí que se le notaba lo que estaba pensando. Su cara de incredulidad... Cuando el Uchiha terminó, el Akimichi se rascó la cabeza, con los ojos desviados hacia el techo.
—Menuda milonga, Datsue. ¿Qué narices nos estás contando ahora?
Hanabi le chistó, mirándole de reojo. Suspiró. Cerró los ojos y se acarició el entrecejo con el dedo índice y el pulgar.
—Datsue, Datsue. Perdona la actitud de Katsudon, es sólo que... —comenzó. No supo como arreglarlo, y sentenció—: Datsue, no eres conocido precisamente por tu honestidad.
Antes de que su subordinado pudiera contestar, Hanabi levantó la palma de la mano, ordenándole esperar.
»No obstante, ni el mentiroso más grande de todo Oonindo podría elaborar una historia como la que has venido a contarme. Datsue-kun, haz el favor de calmarte, porque de verdad te digo que ahora mismo necesitamos calma. Si toda esta mierda es verdad, necesitamos más calma aún. Coge la silla —no creo que contigo se rompa—, siéntate y nos cuentas TOOOODO desde el principio. Despacio. Para que nosotros entendamos exactamente el qué, el quién y el cómo. Hazme el favor.
»A ver, si no recuerdo mal, habías empezado diciendo que estabas en el País de la Tierra. Bien, ¿qué hacías allí, a tomar por culo del mundo? ¿A dónde ibas? ¿De dónde venías exactamente cuando te encontraste con Eikyuu Juro?
»No creo que nos vaya a caer una bijuudama durante el transcurso de la tarde, de modo que será mejor que vayamos por partes. Por partes pequeñas.
Katsudon suspiró.
—Una bijuudama no, pero supongo que deberíamos cerrar la puerta para que nadie moleste durante un buen rato.
—Sí, Katsudon, hazme el favor, anda. Cierra la puerta.
—Entendido...
PAM.
El Uchiha fue asaltado por un súbito sentido de la responsabilidad, y, casualmente, recordó que la situación en la que se encontraban era de extrema urgencia. ¡Sí, por qué perder el tiempo discutiendo sobre la cabeza de una estatua, sobretodo si había sido pulverizada! ¿A quién le importaba ya eso? ¿A ellos? Por supuesto que no, estaba claro que era un problema de Amegakure.
Así pues, Datsue pasó a contar una vez más su historia. A cada palabra que pronunciaba, el rostro de Hanabi se iba ensombreciendo más y más. Apretaba las mandíbulas, entrecerraba los ojos. Trataba de ver a través de Datsue.
Sin embargo Katsudon, o, Katsudon. A ese sí que se le notaba lo que estaba pensando. Su cara de incredulidad... Cuando el Uchiha terminó, el Akimichi se rascó la cabeza, con los ojos desviados hacia el techo.
—Menuda milonga, Datsue. ¿Qué narices nos estás contando ahora?
Hanabi le chistó, mirándole de reojo. Suspiró. Cerró los ojos y se acarició el entrecejo con el dedo índice y el pulgar.
—Datsue, Datsue. Perdona la actitud de Katsudon, es sólo que... —comenzó. No supo como arreglarlo, y sentenció—: Datsue, no eres conocido precisamente por tu honestidad.
Antes de que su subordinado pudiera contestar, Hanabi levantó la palma de la mano, ordenándole esperar.
»No obstante, ni el mentiroso más grande de todo Oonindo podría elaborar una historia como la que has venido a contarme. Datsue-kun, haz el favor de calmarte, porque de verdad te digo que ahora mismo necesitamos calma. Si toda esta mierda es verdad, necesitamos más calma aún. Coge la silla —no creo que contigo se rompa—, siéntate y nos cuentas TOOOODO desde el principio. Despacio. Para que nosotros entendamos exactamente el qué, el quién y el cómo. Hazme el favor.
»A ver, si no recuerdo mal, habías empezado diciendo que estabas en el País de la Tierra. Bien, ¿qué hacías allí, a tomar por culo del mundo? ¿A dónde ibas? ¿De dónde venías exactamente cuando te encontraste con Eikyuu Juro?
»No creo que nos vaya a caer una bijuudama durante el transcurso de la tarde, de modo que será mejor que vayamos por partes. Por partes pequeñas.
Katsudon suspiró.
—Una bijuudama no, pero supongo que deberíamos cerrar la puerta para que nadie moleste durante un buen rato.
—Sí, Katsudon, hazme el favor, anda. Cierra la puerta.
—Entendido...